El mythos es un conjunto de relatos que intentan interpretar y explicar el mundo. En la Grecia arcaica, la de los ARISTOI, los señores de la guerra, como diríamos en el presente, también servía para enseñar a comportarse correctamente a riesgo de ser castigados por los dioses, los seres inmortales y todopoderosos (aunque no tanto como los de las religiones monoteistas, tan despóticos que son capaces del genocidio para dar escarmiento:El mito del arca de Noé, por ejemplo), porque la moira, el destino, fuerza no personificada e inexorable, aún estaba por encima de ellos. Intentaban -los mitos- dar respuesta a las preguntas más trascendentales del ser humano. Eran relatos tradicionales; a menudo no estaban escritos y se transmitían oralmente, de generación en generación. o mediante los poetas itinerantes o de la corte.
En la actualidad se tiende más bien a la hipnotización mediática usando la mitomanía, que es al mythos lo que el tren de via estrecha es al AVE.
En mi época de profesor de humanidades, el primer encargo que pedía a los alumnos de bachillerato era el estudio y exposición de algunos mitos más importantes, vehiculados a través de los personajes femeninos más relevantes: la inquietante Medea, la osada Lisístrata, la resentida Electra o la despechada Clitemnestra; la mártir Ifigenia o la valerosa Antígona, que dice "no" a la estupidez"; la adelantada Casandra o la incomprensiblemente leal Penélope. El único personaje masculino al que incluía era Sísifo. Todas las demás eran mujeres.
El hilo conductor de muchas de esas historias legendarias era la venganza, ya fuera en su función de aprendizaje, atornillando en la memoria comunitaria lo que no se puede hacer o repetir mediante la punición sangrienta, ya fuera como transición ineludible para el restablecimiento del orden, del equilibrio, así en la tierra como en el Olimpo. Sin embargo, la venganza, como eje, también induce al bucle en espiral de la acción-reacción inacabable. Según Kallifatides, su obra se centra en las personas y en la violencia, y en lo que cree que es el gran mensaje de Homero: un NO A LA GUERRA, que ve como fuente de todas las lágrimas. Kallifatides considera que esa idea se ha perdido en nuestra tradición. Pone como ejemplo la Ilíada, que actualmente se muestra como la mera historia de un héroe, cuando Homero no creía en los héroes.
La mitomanía a la que aludía anteriormente se ha adueñado de nosotros en todos los órdenes. Señal del encumbramiento del individualismo. Y de la estrechez de miras de quien no quiere ver más allá de su agujero. Lo tenemos en la farándula futbolera del caso Messi. Emilio Pérez de Rozas ha cometido casi un sacrilegio en olerse que en Can Barça, Junta y jugadores incluidos, están encantados con la marcha del gran héroe, Messi.: "Yo lo siento, pero me huele que ellos también querían que se fuese Leo". Después de tanta hagiografía teatral, resulta que todos, o casi todos, los culés han sucumbido al "síndrome de Estocolmo" del genial futbolista y de su soberbio poder. Y al poder de su representante, su padre, Jorge Messi, que cada vez que lo veo me recuerda más a Mauricio Macri, ex presidente de Argentina, y plutócrata reconocido y reconocible, que prometió modernizar y librar de corrupción al país y se ha abrazado al mayor corruptor del mundo, el FMI. Quizás sean los aires de los ricos de Miami... Que todo se pega....
También la mitomanía se adueñó del procés. La dramatología heroica para esconder y ensalzar una gran mentira, ha tenido una representación muy rastrera en el pregón de Les Festes de Gràcia. A la emotiva alcaldesa Colau se le impidió hablar. Y el afable, siempre cordial y vigoroso, Jordi Cuixart, el de "Ho tornarem a fer" (¿la mentira? ¿el teatro?), acudió al rescate de la noqueada autoridad municipal. A la alcaldesa la admiro, la respeto por el ingente trabajo en Barcelona en tiempos dificilísimos. Sin embargo, llevo mal y me tiene hasta el triángulo equilátero esa sumisión y esa expresión continua de "su Síndrome de Estocolmo" respecto al independentismo procesista.
Cuixart apeló a sus "tres anys i vuit mesos de presó". Creo que involuntariamente ha engordado esa épica de héroe, más propia de la mitomanía contemporánea tan exhibicionista. Ahora no en la cancha de Messi, sino en el ámbito de la política más gallinácea. No puedo imaginarme a nuestros camaradas caídos o encarcelados mostrar su "cuenta corriente represiva" de forma tan obscena. Ni los López Bulla, Ni los Cipriano García, ni a Pablo o Ramón Morales, ni los López Raimundo, Ni los Rossend Dalmau, ni los Romuald Grané, ni los Miguel Núñez, o al mismísimo MMM (Manuel Moreno Mauricio) de "Aquí no hemos venido a estudiar", exhibiendo su saldo de heroicidad. Ni somos un "Sol poble", ni la esperanza de Josep Benet está vigente después de todo lo acontecido: Somos un pueblo diverso, plural, que comparte intereses en algunos asuntos y oposiciones antagónicas en otras parcelas. Como en el caso del Aeropuerto de Barcelona.
Esas contradicciones se perciben en temas sensibles como en el de la lengua, como el sancta sanctorum de la identidad. Mi repulsa al "Manifiesto Koiné" es tan grande que mi anterior oposición al bilingüismo, como caballo de Troya a la recentralización lingüística, se ha tornado en aceptación. Hasta que no entendamos que la identidad nacional ha de poderse expresar en ambas lenguas (y no hablo sólo de la Feria del Libro de Franckfurt), no hallaremos paz "existencial". Desde el inicio del procés somos ya miles que, ante las laceraciones así percibidas, fruto de nuestra "bastardía", ya tendemos usualmente al castellano en el primer contacto, cuando antes era un acto de militancia política hacer lo opuesto.
Kallifatides, emigrante a su vez en Suecia, también me ha seducido porque él mismo vive esa hibridez: "Los nacidos dentro de la muralla no lo entienden, ¿Pero acaso podrían entenderlo? Para ellos la muralla es protección, para los otros es la principal traba".
O en este otro pasaje, bien presente en la fortaleza Europa: "En Grecia,como en Suecia, la manera de enfrentar a los inmigrantes es la misma. Oficialmente son un problema. Extraoficialmente, una solución. De inmediato me viene a la mente el poema de Kavafis: "Esperando a los bárbaros". Cuánta razón tiene. Toda Europa espera a los bárbaros. Ya nadie se pregunta quiénes son finalmente los bárbaros. ¿Seremos, tal vez, nosotros mismos?
EL AEROPUERTO DE IFIGENIA
ASÍ RECITA DE MEMORIA ESTE EPISODIO LA MAESTRA DE LA ESCUELA DURANTE LA OCUPACIÓN NAZI DEL PUEBLO DE KALLIFATIDES: Las cosas empezaron mal. La flota griega, ya reunida, se mantuvo completamente inmóvil en la pequeña y barrancosa ciudad porturaria de Áulide. El viento no sopló en absoluto durante meses. No se movía ni una hoja. Los griegos sacrificaban un toro tras otro, incontables ovejas, y pedían y rogaban por que soplara el viento, pero las velas pendían como orejas de asno. Lo único que quedaba por hacer era convocar al viejo adivino Calcante. Su consejo fue sencillo: Agamenón debía sacrificar a su amada hija Ifigenia. Pero Agamenón se negó. Los demás no dejaban de importunarlo, sobre todo Ulises y Menelao. "¿O sea que vamos a estar aquí esperando durante años por el bien de una muchachita?"
Agamenón se rindió e invitó a Ifigenia a Áulide, la antigua ciudad portuaria donde los griegos zarparon hacia Troya, con el pretexto de prometerla con Aquiles, el mayor de todos los héroes, y se podrá uno imaginar cómo se desbocó el corazón de la joven de dieciséis años al oírlo. Todas las muchachas soñaban con ese joven apuesto, de cabellos claros, que según se rumoreaba era hijo de una semidiosa. Ifigenia no sospechaba nada... El viaje hacia Álulide tomó un par de semanas, colmadas de ensoñaciones relacionadas con la vida que la aguardaba. También se podrá uno imaginar la desesperación que se abatió sobre ella cuando su padre la colocó, con sus propias manos, sobre el altar sacrificial mientras derramaba grandes lágrimas amargas. "¿Por qué he de morir, padre?", preguntó Ifigenia. Agamenón carecía de respuesta más allá de que a veces uno ha de sacrificarse por su patria, su honor o el honor de otros, y él mismo oyó lo hueco que sonaba. No eran meras mentiras, eran falacias repulsivas. Y así llegaron finalmente los vientos favorables que condujeron a los griegos hasta la costa de Troya y a la desconsolada guerra que duró diez años.
En el planteamiento sobre la ampliación del aeropuerto de Barcelona, se podría sustituir algún personaje (Aquiles, Ifigenia), por "creación de puestos de trabajo", "el aeropuerto más verde del mundo", "Ricarda", "hub"....."conexiones internacionales", "riqueza", "progreso", "turismo de calidad", AENA, el alcalde del Prat, Foment de Treball, o el periódico LA VANGUARDIALa guerra de Troya no sólo duró diez años. Hubo más: Todos los héroes que sobrevivieron fueron destronados y aniquilados por sus competidores locales o esposas. El despiadado y cruel Ulises, que la tradición después ha embellecido, parece una mueca irónica de mentira piadosa. Pero esa es ya otra historia de la que Kallifatides, de momento, se desentiende por estar fuera de su foco de interés.
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