En una interpretación hermenéutica rabínica en el Talmud se afirma que «Si alguien mata a una persona, sería como si matase a toda la humanidad; y si alguien salva una vida, sería como si hubiera salvado la vida de toda la humanidad». También aparece en una aleya del Corán. Sin embargo, en Gaza, la amnesia más absoluta afecta a las teocracias de Oriente Medio, al sionismo fascista y a las autoridades religiosas y autocracias de los petrodólares que usan a los palestinos para lavar su conciencia después del desastre.
Me consternó saber que los miembros de muchas de las familias palestinas en Gaza, durante los confinamientos, se refugiaban, en la medida de lo posible, en una sola habitación, por si morían; al menos, morir juntos y sin que nadie se quedara huérfano o padres sin hijos. No ha sido así. Esa impotencia amatoria por parte de la potencia ocupante, al más y brutal estilo colonial blanco, ha dejado a Israel en la bancarrota moral, a pesar del genocidio que sufrió la comunidad judía durante el nazismo. A pesar de que intenten gozar del rentismo del victimismo, para deshumanizar aún más a sus ilotas palestinos. Las declaraciones de la ministra de extrema derecha «de igualdad» y de otros ministros o mandos militares van en ese sentido. Tratar a los más de dos millones de moradores como ratas los eleva a categoría de asesinos en serie. Lo hacen de forma televisada, a pesar del bloqueo a los periodistas que arriesgan su vida, y también de la protección que gozan de las potencias occidentales, sobre todo de EEUU y de los sheriffs en Europa, Alemania, Gran Bretaña y Francia, especialmente.
Las escenas que han podido sortear el bloqueo del ejército y de las plataformas digitales donde el lobby sionista tiene tanto poder, vemos la cantidad de niños y niñas enterrados y que desean el suicidio para acabar cuanto antes. Muchos de ellos ya son huérfanos.
Santiago Alba Rico, en un diálogo con el también filósofo Carlos Fernández Liria, subraya la campaña de deshumanización que sufre el pueblo palestino desde hace setenta y cinco años, cuando se fue imponiendo el sionismo a pesar de las manifestaciones de muchos judíos en contra de esta corriente ideológica, una suerte de fascismo equiparable al italiano, al alemán y español. Los judíos de entreguerras eran considerados no europeos y sufrieron pogromos. Ahora, como fuerza ocupante y colonialista, son considerados los europeos de oriente medio. Esta inversión de los valores les ha llevado a ser los hijos salvajes y despiadados de sus mentores, como el hijo de Rufus Hannassey, del film HORIZONTES DE GRANDEZA, una gran metáfora del supuesto poder suave civilizatorio del imperio dominante.
Santiago Alba Rico menciona el proceso de deshumanización al que se ha sometido a los palestinos. Sin embargo, creo que en este caso también habría que hablar del proceso de DESHUMANIZACIÓN que ha sufrido la sociedad israelí, o su gran mayoría, de su endiosamiento, con su propia bomba atómica, probablemente proporcionada por la Alemania Federal en sus tiempos. La siempre citada «única democracia» de ese entorno ha practicado un adoctrinamiento incesante entre su población. Los dirigentes sionistas han interiorizado que pueden ser inmortales y usar de la vida de los pueblos a su antojo. Incluso la Unión Soviética miró hacia otra parte; ahora Rusia también permanece silente.
Como decía un humorista de origen palestino afincado en EEUU a su entrevistador de una gran cadena de televisión norteamericana: «¿A cuánto está el cambio en este momento? ¿1 a 20, o 1 a 40?». Hablaba refiriéndose a qué valor tienen los muertos en cada lado de esta supuesta falsa guerra. Ni 1 a 20 ni 1 a 50. Quizás se supere el cambio de 1 x 100 como los resistentes a la ocupación nazi. Se irá mucho más allá. De momento, no se escuchan en nuestros medios de comunicación los heridos, los mutilados de por vida, los traumatizados, ni la hambruna ni la postguerra, si es que hay fecha de finalización de la masacre. Martín Caparrós describe muy bien en «El hambre» qué supone la hambruna, además de la falta de agua: el cuerpo se va comiendo a sí mismo, a sus tejidos, a sus defensas, a su esperanza, etc.
Las benévolas (Les Bienveillantes) es una novela de ficción histórica escrita en francés por el estadounidense Jonathan Littell. Narra la vida de un exoficial de las SS alemanas que colaboró en matanzas durante el Holocausto. El libro ha sido galardonado con dos de los más prestigiosos premios literarios franceses: el Grand Prix du roman de l’Académie française y el Prix Goncourt el 2006. El título Las benévolas hace referencia a la trilogía de la Antigua Grecia, Orestíada, escrita por Esquilo, uno de los autores griegos de tragedias muy reconocido por su talante que hoy podríamos definir como pacifista. El escritor dice que quiso centrarse en el pensamiento de un asesino y en los orígenes del democidio o asesinato de Estado, mostrando en la novela cómo podemos tomar decisiones que conduzcan, o no, a un genocidio. Otro aspecto que mantuvo a Littell interesado en estos mismos aspectos fue la guerra de Vietnam cuando era niño. Según él mismo dijo: «Mi terror de infancia era ser seleccionado para ser enviado a Vietnam y que me hicieran matar mujeres y niños que no me habían hecho nada a mí».
Hoy por hoy es ilusoria la alternativa de los dos estados. Los colonos no abandonarán su usurpación crónica y progresiva. Es el ADN de Israel. Es imposible compatibilizar dos supuestos Estados: uno expansionista y otro jibarizado, estrangulado con una hernia múltiple de controles inconexos y guetizados. Desde sus inicios, el sionismo ya difundió que no permitiría más de un 20% de población no judía. ¡Cómo lo van a permitir ahora? Hamás y su ataque ha sido la gran excusa para llevar esos proyectos de ESPACIO VITAL, que suena a primero de fascismo. Quizás convenzan a la autocracia que gobierna Egipto que acoja a los millones de palestinos para tenerlos acampados en el desierto a cambio de perdonarles la deuda externa. Quizás.
Quizás el Festival de Eurovisión sea nuestra lavadora de imagen para con la «sociedad civilizada» israelí y su gobierno de extrema derecha. Allí, al menos, se diría, «respetan a las personas LGTBI». Los responsables del show business europeo ¿aceptarán la presencia del Estado de Israel? Es bien sabido y a nadie se le escapa que el escaparate de EUROVISIÓN para el movimiento LGTBI es muy importante. Es el festival GAY por excelencia y más familiar. Faltan aún tres meses y el movimiento por los derechos civiles y LGTBI tiene una oportunidad histórica para demostrar su internacionalismo. Y no sólo este movimiento, también las personas decentes. La dignidad de la «civilizada Europa» se pondrá a prueba.
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