dissabte, 27 de març del 2021

MADRID: PALESTINIZACIÓN DE LA IZQUIERDA BAJO EL SÍNDROME DE CASADO (SEGISMUNDO)

Pido disculpas por antelación. Hasta a mí me parece un insulto irreverente e irrespetuoso, pero reconozco que es lo primero que se me viene a la cabeza cuando hablo de las fuerzas de izquierda, o si se quiere, progresistas, en la capital-burbuja. La comunidad palestina lleva ochenta años ninguneada, humillada y pisoteada a pesar de que la ley internacional debería ampararla, pero Israel, con su bomba atómica y su alianza estratégica con el imperio americano, tiene impunidad. Se silencia de forma persistente la diáspora palestina... Es la vergüenza que se esconde bajo el felpudo… 


En Madrid, con el acceso del aguirrismo al poder, con su desfachatez desinhibida, hemos alcanzado el penúltimo escalón de la impiedad respecto a las clases populares. Se produce mediante el mercadeo de la sanidad, de la educación, de las residencias de mayores… Con todo lo que se tiene a mano por privatizar y extraer beneficio por parte de las hienas del capitalismo rentista de la capital. Es otra metáfora actualizada de “Los Santos inocentes” de Miguel Delibes

Palestinización, campos de refugiados y derrota parecen casi sinónimos. Lo mismo sucede en Madrid, aunque sean realidades distintas y distantes, pero como dice el dicho, no son lo mismo, pero riman. Y es eso lo que quiero argumentar. 


Roberto Mesa,
con sus artículos y libros nos explicaba la gesta de la OLP, su resistencia ante el atropello de todo un pueblo. Después pudimos asistir al desmontaje, erosión, corrupción de aquella organización legendaria que capitaneaba Yasser Arafat. A continuación, llegó el enfrentamiento entre palestinos. Incluso la jerarquía católica de Jerusalén denunció que Hamás era un producto de los servicios secretos del Estado de Israel para dividir al pueblo ocupado. El divisionismo de la religión sustituía al laicismo progresista del movimiento de liberación. 

La derecha-derecha y la más ultra tienen en Madrid el núcleo irradiador, como diría el brillante Errejón, de la ofensiva más salvajemente agresiva contra las capas populares. Supera incluso el fanatismo del gran hacedor, José María Aznar. Y de la forma más desacomplejada. Durante el tiempo que llevamos de pandemia la presidenta Ayuso ha dado ya innumerables muestras de impotencia amatoria, como diría Santo Tomás. Es tanto el fanatismo de desprecio hacia la población más vulnerable de la población y que, justamente, ejerce las funciones más esenciales para la organicidad civil, que provoca perplejidad la idea que se va imponiendo según la cual la derecha y extrema derecha pueden arrasar en las próximas elecciones del 4 de mayo


En España, la división entre izquierda y derecha depende en gran parte de la historia reciente y en qué lado de las alambradas cayeron las familias, después del golpe de estado monárquico, militarista y fascista de 1936, como dice el historiador Ángel Viñas. La tradición familiar ha marcado en gran medida la adscripción ideológica. Y, por supuesto, la larga y dura represión. 

No obstante, hay fenómenos dignos de mención: en algunas poblaciones de la Comunidad madrileña, de mayorías absolutas de la izquierda, en solitario o en coalición, se pasó a mayorías absolutas del PP, y en pocos años de transición. La derecha madrileña ha actuado metódicamente, como los colonos en territorios ocupados palestinos. Ha ido sembrando con urbanizaciones y cambiando la morfología electoral de muchos enclaves del hinterland de la capital. El ejército industrial de reserva del que habla Marx: que haya desempleo favorece el conformismo y la sumisión de los trabajadores, ahora, en gran parte, lo conforman el Sur global, de población de reciente migración, que, o bien no vota, o bien no siente que aquello vaya con ellos. Es lo que Coscubiela denomina “sociedades postnacionales”. O se consigue el derecho de sufragio para estas comunidades o bien la izquierda en un futuro será irrelevante. Es el Sur de Madrid, donde quizás la abstención diferencial se hará notar, como en Cataluña, para satisfacción de los procesistas. 

Porque la derecha sí que está reclutando sus huestes. Ejemplo: la pequeña Caracas, como se conoce Madrid, de los potentados venezolanos, se puede convertir en la pequeña Miami anticastrista. Se calcula en unas cien mil personas de rentas altas o muy altas. La fuerza de choque y de apoyo, también electoral de la derecha más retrógrada en Madrid. Si a eso le sumamos la infiltración cada vez más preocupante entre las fuerzas policiales, podemos adentrarnos en una situación crítica. 


Así las cosas, el PSOE no despierta. El 15 M y la irrupción de Podemos sirvió para salvar al PSOE de sí mismo (felipismo, susanismo). Cabe reconocer que lo ha sabido digerir. Sin embargo, el empacho de las magdalenas de Errejón-Carmena y la escisión de la nueva política puede llevar, y de hecho ya está sucediendo, a la impotencia ideológica y organizativa de la izquierda plural. Pendiente más de personalismos que de programa, el PSOE lo fía todo a abjurar de la “polarización”, poniendo en el mismo plano el extremismo de Ayuso y el “extremismo” de Pablo Iglesias. Craso error, que recuerda el síndrome de Casado. El 5 de marzo de 1939 el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, en colaboración con Besteiro y del padre de Carrillo, legaron las llaves (como Boabdil) a los golpistas. Lo narra Manuel Azcárate en sus memorias. Entonces de la Juventud Socialista Unificada, el moderado Azcárate recuerda con amargura cómo el PSOE se prestó a encarcelar a comunistas y a otros socialistas seguidores de Negrín, cuando eso conllevaba el fusilamiento inmediato. El PSOE se acabó aquí, y la izquierda se refundó con la JSU comandando el PCE en el exilio y en la clandestinidad, como bien lo explica GREGORIO MORÁN en la más completa historia que se ha escrito sobre el Partido Comunista de España. También lo menciona Almudena Grandes en “Los pacientes del doctor García”. El protagonista se libra de milagro de esa traición de los socialistas. Las declaraciones de Gabilondo son más casadistas que socialdemócratas refiriéndose a la progresividad fiscal, por ejemplo. Mal vamos… 

Así pues, le doy la razón a Pablo Iglesias: en la Batalla de Madrid se juega más que la mayoría de la Asamblea de Madrid. No debemos volver a caer en la tentación de subrayar la incompetencia e ineptitud de la IDA (Ayuso), ni de mofarse. Su crueldad puede ser de leyenda, porque puede acentuar aún más el paradigma del Aguirrismo y del ultraliberalismo. Nos burlábamos de Ronald Reagan y nos salió muy caro. Reagan marcó un antes y un después, y lejos de ser un rostro marioneta, era bastante instruído, puesto que entre  càsting y càsting acostumbraba a leer mucho. Leyó “Camino de servidumbre” del austríaco Friedrich Hayek, el padre de la ortodoxia de la austeridad, opuesto a Keynes, el gran gigante.


Pero como dice el protagonista de la obra de Jorge Gabriel Vásquez, Sergio Contreras, “la derecha, con una pequeña idea levanta un imperio, mientras que la izquierda, con una pequeña idea organiza una escisión”. Ronald Reagan puso de moda aquello de que “El Estado es el problema”, refiriéndose al Estado del Bienestar. Ayuso lo hace en un doble sentido: el Estado (gobierno español) es un problema, porque “Madrid es España”, y las instituciones públicas también, porque el mercado y la privatización de los servicios que dan protección a los ciudadanos son la solución (para el enriquecimiento de unos pocos). Ha hecho mal MÁS MADRID  en desdeñar la lírica en la unidad de acción. Como dice Isaiah Berlín en sus memorias, el intelectual liberal más prominente, en afirmar que la poesía de Ajmátova y Boris Pasternak, ambos represaliados, fueron muy importantes para derrotar las tropas de Hitler. Nunca la fragmentación dio más esperanzas y energía que la unidad, al menos entre el pueblo llano. Ayuso y la extrema derecha no harán prisioneros si ganan.