dijous, 27 de desembre del 2018

MIGUEL NÚÑEZ, SALTOR: EL "MADRILEÑO" MÁS QUERIDO (y II)

Los comunistas españoles en general, y los catalanes en particular, han dado muestras más que sobradas de la lucha por la libertad y la democracia. Muchos de ellos se hicieron tales porque
consideraron que era la mejor manera de defender la legalidad republicana y para salvaguardar las conquistas de la II República, pues permitieron a sus gentes conectar con la Europa de su tiempo, un siglo y medio después de que Fernando VII nos desconectara de los avances ideológicos y sociales del resto del continente. Siguiendo a Nieves Concostrina, Fernando VII fue un proto-Aznar.
Hay muchos ejemplos de actitudes heroicas, ya fuere durante la guerra contra los rebeldes militares y falangistas, la postguerra sanguinaria, ya fuere durante el largo período de terror y represión.  Miguel Núñez fue un ejemplo de sacrificio personal, y sobre todo de resiliencia ante los desengaños.
Tomasa Cuevas
Uno capital fue cuando los ejércitos aliados permitieron que el régimen de Franco "se escapara" por la rendija anticomunista de la guerra fría. Los guerrilleros del maquis, y sus esperanzas de restablecer la República, tuvieron que procesar toda esa frustración y desconcierto. Fueron perdedores una y otra vez, como Sísifo y su roca a cuestas. Después llegó el gran mazazo, con los acuerdos que el presidente de EEUU, Eisenhower firmó para que España se situara en el "lado correcto" del mundo, y los acuerdos con la jerarquía vaticana para consagrar la alianza estratégica del catolicismo con el fascismo español.
Pero hubo más, y eso Miguel Núñez lo relata en primera persona, bien en las cárceles, con sus torturas y padecimientos, bien en el trabajo clandestino o de fugitivo de la policía. Sin embargo, como en las obras claroscuras de Rembrandt, el resiliente Núñez se acoge a la ténue luz de la esperanza, de la organización, no exenta de reflexión ante tal fatalidad. Y así el PCE y los Nüñez de turno entendieron que la reconciliación nacional entre españoles era la única manera de romper el candado que había impuesto el mundo bipolar.... siempre atentos a los mensajes de la Virgen de la Izquierda, Nuestra Señora Correlación de Fuerzas.
Más allá de las descripciones carcelarias, un pasaje de Nüñez que denota ya su precocidad e inteligencia, me ha llamado poderosamente la atención. Y lo expongo aquí porque nos da cuenta de las diferencias entre la militancia de aquella época y el llamado "activismo" de la "nueva política"
El pasaje en cuestión es el siguiente:  En la prisión central de Yeserías, de Madrid, durante el período de 1940-41, describe los corrillos de discusión que se entablaban en el patio y en las galerías: 
Encuentros sobre el maquis
"Hablábamos todo el día y parte de la noche de lo que iba a pasar en el futuro inmediato y en el más lejano, en particular de cómo sería la II Guerra Mundial que se iniciaba, qué desenlace tendría... Al producirse el Pacto germano-soviético, se suscitó entre los presos de las distintas tendencias un durísimo debate sobre su significado, Socialistas y anarquistas considderaban el pacto como una traición. Los comunistas defendíamos el pacto diciendo que era la única forma de hacer imposible el acuerdo que se estaba gestando entre los alemanes y las democracias occidentales, con el que éstas buscaban que Hitler se lanzara contra la URSS y no contra ellos. Las peleas, recuerdo, en algún caso llegaron a las manos.
Yo discutía en uno de esos corros, agriamente, con un conocido dirigente socialista madrileño, argumentando que la URSS era nuestra única esperanza de liberación y que el Pacto germano-soviético podía cambiar las alianzas más tarde y poner del mismo lado a la Unión soviética y las democracias contra el nazismo. Fundamentaba mi explicación en la innegable tesis de que en nuestra guerra contra Franco las potencias occidentales nos habían abandonado y la URSS nos había ayudado. Recuerdo también una anécdota simpática de aquel debate. Como yo, por lo visto, tenía bastante desenvoltura, y además estaría convencidísimo de lo que decía, el dirigente socialista, un hombre ya mayor, se enfadó mucho y me dijo: "¡Pero vamos a ver!, mocoso. ¿Qué sabes tú de política y qué edad tienes?" Yo, con mis diecinueve años recién cumplidos, ni corto ni perezoso, le espeté: "Yo tengo toda la edad de la clase obrera". Mi oponente, sorprendidísimo, recuerdo que dijo: "¡Coño, este crío tiene toda la edad de la clase obrera!"
La anécdota de ese joven Miguel Núñez muestra esa identificación con una tradición, un patrimonio acumulado; en fin, lo que antes llamábamos intelectual colectivo.

Este fragmento me parece central para calibrar el signo de aquellos tiempos, y muy útil si queremos elucubrar, comparando  esos "aires" con lo que ahora sucede con la nueva hornada de dirigentes políticos, a veces muy capaces y buena aceptación mediática, que reniegan, olvidan y a menudo creen prescindible las experiencias de organizaciones veteranas -sindicales y políticas- , ya sea desde el punto de vista estratégico o ideológico.  Esa cultura del 15-M, que tiene demasiadas veces un timbre de resentimiento más que de proyecto social alternativo. Y no creo que sea tan solo por la fractura generacional que ha desenmascarado la crisis después del crac de 2008, sino que tiene más con las repercusiones o efectos colaterales de la sustitución progresiva del taylorismo.

La misma actitud que tuvo el veterano socialista respecto al bisoño Miguel Núñez, es la que hemos tenido muchos cuando irrumpió el 15-M y su relato de rechazo al régimen del 78. Y la pregunta és ¿por qué? Lo que a muchos nos parece infantilismo, cesarismo de los líderes-star, sin mediación organizativa democrática, a algunos representantes de estos nuevos movimientos les parece democracia directa; lo que a nosotros nos parece volátil e inconsistente, a ellos les parece natural, incluido su exhibicionismo desinhibido. La indiferencia cuando no menosprecio del sindicalismo confederal, a nosotros, los jóvenes de la transición, nos parece sacrílego. Estos "jóvenes" que pretendían "asaltar los cielos" inluso quisieron fundar un sindicato, "Somos", han querido parecerse a los brokers de la economia  financiera, a las fuerzas del mercado, a la especulación ideológica constante, al regate corto... hasta que se dieron de bruces ante la realidad, más compleja de lo que esperaban. Algunos lo han intentado describir como un cierto complejo de Edipo, "para matar al padre", como condición necesaria de un nuevo resurgir de las izquierdas. Ciertamente, todo ello es un síntoma de la preocupación por el incierto futuro de unos hijos a quienes se les ha ofrecido -aparentemente-  unas oportunidades que jamás pudieron disfrutar sus padres, nuestra generación.
Hago mías las reflexiones en torno a la obra del sindicalista y dirigente italiano, Bruno Trentín: La globalización es el factor determinante de la crisis y de la decadencia, quizás irreversible, del sindicalismo en general y en particular del sindicalismo de tipo más político como el que se desarrolló en determinados países europeos: Italia, Francia, Bélgica, Portugal o España. En el mundo postindustrial, los sindicatos históricos de clase están pasando una dura prueba en parte por su originario papel de defensa del interés general por encima de cualquiera de los corporativismos, incluido los de la clase obrera, y sin duda también por sus propios errores organizativos y políticos.
No creo que se trate, sin más, de una lucha generacional, como Cronos y Saturno del mito griego. Tengo para mí que se trata de las consecuencias del paso de un sistema productivo, fordista, a otro, el de just in time, que también tiene sus traducciones en la acción política y organizativa de los movimientos de resistencia, también en España. Ya, en tiempos del CERES, el think tank  de la CONC, Miquel Falguera y José Luis López Bulla  lo apuntaban en sus cuadernos, "A contracorriente". Nos advertían de la brecha en las empresas entre los veteranos, dueños de la agenda sindical y de los más jóvenes. También el eminente sociólogo, Richard Sennett, en "La corrosión del carácter" , "La cultura del nuevo capitalismo", entre otras obras, ha profundizado en ese nuevo marco civilizatorio y del mundo del trabajo, que se ha traducido en rupturas generacionales de amplio espectro. Y también en las organizaciones políticas y sindicales, su forma de comunicar, y su desdén por las organizaciones estables clásicas.
Pero no ha sido tan sólo eso; cabe añadir el desborde de los marcos protectores de la ciudadanía: los gobiernos locales y estatales pierden competencias frente a los mercados. Joan Coscubiela, cómo no, con su habitual clarividencia, lo ha expresado de forma sucinta: "Los partidos políticos tienen muchos defectos y sufren la crisis de los instrumentos de mediación social. Pero superan en democracia a los artilugios políticos, basados en grups de afinidad y liderazgos construidos en las redes (internet), que se relacionan con la ciudadania como los mercados como consumidores".

No soy capaz de coincidir con la experta Gemma Galdón, de origen mataronés, en que el nuevo "taylorismo digital", el oligopolio AMAZON, pueda comportar una respuesta similar a la que supuso el origen de los antaño sindicatos de masas y que consiguieron conquistas relevantes. Quizás, y esa es la enseñanza de Miguel Núñez y de su actitud vital, el atomismo individualista genere sus propios anticuerpos. Pero nada se conseguirá sin unidad, organización, reflexión y movilización. Iñaki Gabilondo, con su precisión característica, lo expresa muy bien: "Dos mentiras dominan nuestra época: "fácil" y "gratis".
https://elpais.com/tecnologia/2018/12/21/actualidad/1545407088_015525.html







dimecres, 26 de desembre del 2018

MIGUEL NÚÑEZ, SALTOR: EL "MADRILEÑO" MÁS QUERIDO (I)

El próximo año 2019, ya a tocar, es el 80º aniversario de la derrota de la República Española, la de la bandera tricolor, esta sí, existente. Fue la derrota fundamentalmente de los trabalajadores y trabajadoras de toda España. Aunque la ignorancia es muy atrevida, como también la estupidez (según el historiador Carlo Cipolla), hoy es difícil encontrar argumentos de peso y personas con una mínima credibilidad, para no reconocer que el movimiento obrero, especialmente las Comisiones Obreras, tuvieron un papel protagonista para el retorno a la vida democrática después de tantos años de dictadura franquista.
Coincide con esta efemérides (espero no caer en la melancolía), con el 50º aniversario del estado de excepción de 1969, que en Mataró se cobró 13 víctimas.

Por todo ello, en estas Navidades me hecho un regalo que llevaba mucho tiempo demorando: la lectura de las memorias del entrañable camarada Miguel Núñez, "La revolución y el deseo", en la edición de bolsillo de 2008, puesto que la primera se publicó  en 2002. Incluso Manuel Vázquez Montalbán "demoró" su muerte en el aeropuerto de Bangkok para asistir al homenaje (practico aquí esa misma fina ironía que Miguel Núñez emplea en sus relatos).
En una sociedad democrática sana, Miguel Núñez ya tendría su biopic, incluida una serie de varias temporadas. No perdemos la esperanza que una TV3 regenerada y no tan podrida, o bien el mecenas-magnate Roures, pongan manos a la obra en esa producción que ayudaría a los que se niegan a condenar el franquismo a que se replanteen su punto de vista, como el partido de Ciudadanos, el Partido Popular-VOX, puesto que ya con sólo su neoliberalismo salvaje  tienen más que suficiente para machacar a las clases trabajadoras asalariadas o autónomos obligados. Albert Solé estaría encantado de recibir el encargo, supongo. Esperemos que los Ayuntamientos del Cambio Barcelona-Madrid revaliden sus resultados, se establezca ese puente aéreo de fraternidad y también ayuden a conocer y a impedir que algo tan brutal como el franquismo incube sus larvas.
Tal como decía Nicolás Sartorius, uno de los más notorios teóricos del movimiento obrero español, el franquismo no fue una dictadura "tan sólo"; fue algo más, fue un régimen de terror puesto que duró mucho más que cualquier otro régimen dictatorial, ejerció la represión durante muchísimo más tiempo y la hondura de su brutalidad fue inmensamente más grande que cualquier otra parecida. Lo que resulta chocante es que haya gente que aún se niegue a reconocer esa realidad.
Miguel Núñez nació en el barrio de Lavapiés,  en Madrid, y su militancia comunista durante y después de la guerra le empujó a bascular entre Madrid, Barcelona y Francia, para librarse de las detenciones, que fueron varias y que le obligarían a "fijar su residencia a pensión completa" en varias cárceles durante diecisiete años, después de ser condenado a muerte y ver conmutada su pena por treinta años de reclusión.

Miguel Núñez fue, junto con Gregorio López Raimundo, uno de los dirigentes más destacados del PSUC en Barcelona durante los años del franquismo, notoriedad por la que pagó un alto precio.
Un 12 de noviembre de hace diez años Miguel Núñez falleció; tenía 88 años, y no tuvo que esperar al final de sus días para que la gente le reconociera su cariño. Once años después de ser diputado por el PCE-PSUC por Barcelona, en 1993 recibió el premio Ciudad de Barcelona de Cooperación en 1998. En 1998 le fue concedida la Medalla de Honor de la Ciudad de Barcelona, a titulo individual, "por el trabajo solidario y eficaz en la lucha por la libertad, la igualdad y la solidaridad de las personas"; En 2004, el Gobierno de Cataluña le concede la Creu de Sant Jordi, "en reconocimiento de su muy destacada lucha contra el franquismo, que le comportó detenciones, encarcelamientos y torturas y que han hecho de él uno de los referentes de este combate desde su condición de dirigente del PSUC en Barcelona".
Se hizo querer. ¿Cuál fue su secreto? Leyendo sus memorias uno se apercibe que huye de la épica, que habla con una humanidad sobria y humilde. Sin embargo no es difícil detectar su coraje, su valentía, su espíritu siempre constructivo. Y sobre todo su humanidad. Discutió con sus carceleros, discutió con sus torturadores, como los infames hermanos Creix. Desafió a capellanes (curas) de las cárceles. Con algunos se granjeó el respeto y fue un sentimiento mútuo; con otros capellanes, como el de la cárcel de Ocaña (el cura verdugo de Ocaña), que remataba a los fusilados con entusiasmo disparándoles el tiro de gracia, supo manifestarle su repulsa y su desprecio más hondo. Y, por encima de todo, fue un luchador. Como dijo Vázquez Montalbán, en la presentación del libro: "En Miguel se da una virtud no teologal sino laica, la de la esperanza, siempre luchando, siempre en la brecha, incluidos los períodos de excepción, cambiando de nombre y de domicilio para no volver a la cárcel, siendo un referente constante de conducta vital".
También se pronunció Josep Fontana, desaparecido más recientemente, en ese mismo acto: "A mi me parece que este libro de Miguel Núñez es, además de un testimonio de la resistencia antifranquista, un homenaje a todas esas víctimas de la cárcel, la tortura y el fusilamiento, y que aparecen como los personajes más cálidamente tratados en sus páginas. Un homenaje a muchos hombres y mujeres que lo dieron todo por nuestra libertad y por nuestro bienestar. A la vez que un estímulo para seguir esforzándonos para construir este mundo más igualitario y más justo que ellos querían, y que está aun tan lejos, pero no imposible"·.
Los pasajes más interesantes, y estremecedores al mismo tiempo, son los dedicados a las torturas. Y, como muy bien dice Nicolás Sartorius, "en el libro de Núñez no hay literatura". "Cuando Núñez habla de las torturas no hace retórica (...) En media página dice algo sobre lo que se podría escribir un manual: la relación entre el torturado y el torturador, el por qué hay gente que resiste la tortura y gente que no la resiste".
Miguel Núñez detectó pronto que a un torturado que confiesa y da nombres a la policía política se le rompe dos veces, y la primera vez, con la tortura, quizás no es la más grave, sino la segunda, el menosprecio de sus camaradas. Por eso también ahí quiso trabajar para recuperar a los combatientes por la libertad. Y de eso también hizo un motivo de discusión política, para intentar paliar el trauma que eso causaba en los que no pudieron resistir el dolor.
Continúa Sartorius: "Me he sentido muy identificado con Núñez al percibir que una de las cosas más desagradables y más tremendas que uno puede hacer es haber hablado ante la policía, ante los torturadores y haber dado nombres de personas que por esa delación pueden ir a la cárcel, pueden perder la vida, del mismo modo que pueden destrozar organizaciones que ha costado mucho esfuerzo y tiempo poner en pie contra la dictadura. Pero también, de alguna manera, sientes comprensión con el torturado que ha sucumbido a la violencia. Eso es lo que Núñez explica muy bien".
Miguel Núñez encarna como pocos el espíritu abierto. Fue pionero en agradecer y animar la "desmilitarización" del partido, de su apertura a los jóvenes, y también fue el nudo gordiano de lo que se llamó la "unión de las fuerzas del trabajo y de la cultura". Y llevaba la cuenta y el nombre de los represaliados sindicalistas, desde los militantes comunistas de la SEAT, principal empresa catalana, a los de Can Gassol, como Francisco Javier Sánchez del Campo.
La vida y el talante de Miguel Núñez fueron más allá, después de su paso por el Congreso de los Diputados. Fue pionero en nuestro país en la cooperación internacional, pues fue miembro fundador y Presidente de la Asociación Las Segovias para Cooperación con Centroamérica, con la participación activa de compañeros y compañeras del Maresme, y hago especial mención del imprescindible Josep Canal, de Mataró.






dimarts, 11 de desembre del 2018

EL MOTÍN DEL CAINE

He visto varias veces el film y siempre me quedo con un sabor agridulce. El guión está basado en la novela homónima de Herman Wouk, ganadora del Premio Pulitzer en 1952. La película  se estrenó en 1954. Ambientada en la Segunda Guerra Mundial, relata el desencadenamiento de un motín en un buque de la Armada de los Estados Unidos, el USS Caine, y el consecuente consejo de guerra al que se somete a dos oficiales del mismo.

Esto es lo que me sugiere lo que está sucediendo en Cataluña. Una vez olvidada en el baúl de los recuerdos la VIA LETONA, con la cadena humana desde la frontera francesa hasta el linde del País Valencià, ahora ya ni sirve la vía canadiense, ni tan solo la vía escocesa.... Ahora toca la vía eslovena, ya no pacífica ni sonriente, sino dolorosa.
Según parece, hace unas semanas la monja Teresa Forcades alineada antes de su disolución en Procés Constituent, participó en un debate o reflexión sobre el dolor que comporta todo proceso de ruptura. Como aquel concejal de la CUP que manifestó que no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos, y que, a la postre, le valió una comparecencia ante el Juzgado para aclarar si eso suponía violencia o no. Después vinieron el 6 y 7 de septiembre y la aplicación del 155...
Como bien decía el periodista Ignacio Vidal Folch, el procesismo tiene una base amplia de clase media que necesita una épica “soft”, si ello es posible, puesto que es un oxímoron. Para contrarrestar la idea generalizada que los catalanes son blandengues y no se atreverán a ir mucho más lejos, como así ha sido..... Todo era teatro... Pues bien, la monja independentista hace una reflexión aparentemente razonable y lógica: sin sacrificios no hay frutos, que después el presidente por delegación ha traducido por la vía del desmembramiento yugoslavo....
El ex consejero Comín, que es capaz de deslumbrar de frivolidad y trepismo hasta al más conspicuo oportunista, y haciendo gala de la desmemoria de su progenitor, el carismático y clarividente Alfonso Carlos Comín, se unió a la orquesta de la mentecatez....

Todo ello ha provocado que en el movimiento procesista ya se esté pensando en cómo sustituir a un presidente que ha perdido el oremus, o eso parece... Porque puede ser un presidente activista, como ahora se dice, pero no estar como un cencerro....
Pero ¿quién le pone el cascabel al gato? Esa es la cuestión. Quien inicie el primer movimiento para removerlo sufrirá el castigo más severo... Ésa es la lección que se desprende del film protagonizado por Humphrey Bogart...
El miembro más leal de la tripulación, quien se resiste más por mor al cumplimiento del deber, de la obediencia a la superioridad, es quien planta cara a un capitán que sufre crisis cada vez más evidentes de desconexión en el teatro de operaciones bélicas. En cambio, quien más solivianta al cuadro de oficiales es quien al final se esconde y también se libra de las sanciones.
¿Quién lanzó la piedra y escondió la mano contra la convocatoria de elecciones que Puigdemont estuvo a punto de hacer? ¿Quién ahora lanza la piedra y esconde la mano contra Junqueras? El exvicepresidente quiso hacer como las multinacionales del comercio como aquélla que tuvo como eslogan "YO NO SOY TONTO": Practicar el dúmping con ofertas agresivas para arrasar con la competencia y después subir precios y quedarse con los beneficios. Esa era la estrategia de Junqueras: radicalidad independentista, para después ser el interlocutor moderado, derechizándose, y sustituir la vieja élite.... Hombre de Iglesia que ha mimetizado muy bien las argucias de las multinacionales vaticanas.
De hecho, en general, las formaciones que se reclaman de la “nueva política” han usado ese mismo ardid.

Cuando el estropicio ha sido tan mayúsculo, ya no hay que contemplar sólo el paisaje desolador de la competencia por el clientelismo catalanista identitario....
Tiene que irrumpir también la voz del sindicalismo confederal. Con mucho acierto  Lluis Rabell describió a estas organizaciones como las últimas ambulancias para socorrer a una sociedad herida. El conflicto es político, tanto interno dentro de Cataluña, como de organización territorial en un Estado donde cada comunidad compite con las otras para la distribución del pastel de los recursos.
CC.OO, como los sindicatos confederales, ha vivido el conflicto identitario de forma muy transversal. En nuestro sindicato hay, sin lugar a dudas, el sector independentista. Sólo hay que recordar como en la empresa donde CC.OO es mayoritaria, Caixabank, en su sede central, el día 3 de octubre de 2017, se gritaba “Els carrers serán sempre nostres”. En el sector funcionarial, como muy bien dice Coscubiela, existe una concepción del sindicalismo muy extendida, como fortaleza, ante el tiempo meteorológico adverso en cuanto a los derechos laborales. Los sindicatos corporativos han sido y son muy complacientes ante el independentismo, con sus dosis correspondientes de radicalidad estética.
Se haprogramadouna huelga para el 12-D (CCOO-UGT-USO). Aunque los medios oficiales quieran poner luz de gas ante esa convocatoria, ésta no debería estar destinada  -tan sólo como así se proclama- a recuperar las pagas extras de los funcionarios, que todas las comunidades autónomas del resto de España han devuelto, sino a interpelar políticamente a la ciudadanía. 
Mal que nos pese hay que meterse en harina política: primero a soldar un bloque para poyar el pacto Pablo Iglesias-Pedro Sánchez, que incluye el aumento del salario mínimo y que beneficiará a aquellos sectores de más precariedad como son la hostelería y los servicios, sino también a poner fin a la farsa. El sindicalismo sociopolítico de CC.OO debe dar la cara directamente. Hay que señalar directamente a los exconvergentes y a ERC y a los acólitos de la CUP como los responsables de lo que está pasando. Que se dejen de pamplinas.
En caso contrario, ¿a quién hay que buscar como interlocutor de la contraparte si este gobierno no existe porque su voluntad es la de no ser gobierno?

Vivimos una situación insólita. Estamos  frente a un no-gobierno. Marc Augé (1935), un antropólogo francés, adquirió notoriedad por describir nuestras sociedades de una forma muy particular. En su obra destaca una valiente aproximación al concepto de la "sobremodernidad" construido a partir de una reflexión sobre la identidad del individuo en función de su relación con los lugares cotidianos y la presencia de la tecnología.
Marc Augé acuñó el concepto "no-lugar" para referirse a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como "lugares". Son lugares antropológicos los históricos o los vitales, así como aquellos otros espacios en los que nos relacionamos. Un no-lugar es una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto o un supermercado.
En Cataluña estamos frente a un no-gobierno. La transitoriedad es su eje, aunque no renuncien a cobrar altos sueldos, con su pesebre incorporado. Hemos llegado aquí por la acción de unas fuerzas de carácter identitario y “patriótico”. Siguiendo a Marc Augé, ello daría resultado precisamente a lo opuesto, a una sociedad donde se pierde la identidad colectiva a causa de esta actitud de no querer gobernar. En Cataluña se está produciendo un nuevo invento, más allá del caos aparente: el no-gobierno. Es la “sobremodernidad” después de la aplicación del 155.
Frente a ello, el sindicalismo debe reaccionar. La del día 12-D no debería ser una huelga “laboral” al uso. Hay que designar el oponente, que se escuda en una especie de laberinto de la a-responsabilidad, más propia de “El castillo” de Kafka…. Los intereses corporativos de los funcionarios no pueden ser ahora los protagonistas…

Esa es la cuestión.... Quién protagonice el motín contra el presidente farsante y ERC.JxC, CUP pagará un peaje, un precio muy alto, pero la cuestión a dirimir es si no será más alto el precio de la decadencia y de la erosión de la gobernanza del país.... Y quienes más perderán serán los sectores sociales más vulnerables. Y ése ha de ser el ADN del sindicalismo confederal.
Ètica de la responsabilidad y la ética de la convicción aquí convergen. Pero me temo que todos los supuestos agentes o sujetos, como ahora se dice, esperan que algo se pudra antes de poner remedio. Pero la gangrena nos alcanzará a unos y a otros…

Durante la Segunda Guerra Mundial, el USS Caine, dragaminas de la marina militar estadounidense, recibe a su nuevo comandante: el capitán Queeg (Humphrey Bogart). La tripulación, acostumbrada a las órdenes del anterior comandante, trabaja de forma relajada. El nuevo capitán está decidido a imponer por ello una rígida disciplina en su barco, lo que causa descontento que se hace patente cuando más tarde el capitán comete fallos y él, dándose cuenta de ello, les pide una vez ayuda al respecto. Además, los miembros de la tripulación, sobre todo el teniente y novelista Keefer no tardarán en sospechar de la salud mental del nuevo capitán, que se muestra neurótico e indeciso durante la contienda y temen por la seguridad del barco y por sus vidas cuando finalmente su capitán padece una crisis de mando durante un tifón.Por ello estalla un motín bajo el mando del suplente Maryk para salvar el barco con el argumento de que el capitán está enfermo. De regreso a los Estados Unidos la tripulación es enjuiciada por ello y se trata de averiguar quién fue el culpable de lo ocurrido. Keefer, que no participó en el motín, no defiende a los amotinados como debería en el estrado y escribe un libro respecto al amotinamiento. Aun así la defensa, liderada por Greenwald, que solo defiende de forma reacia el caso, consigue demostrar que el capitán estaba enfermo presionándolo respecto a sus actuaciones en el estrado y consigue así la absolución, mientras que Keefer ha podido vender el libro. 

Sin embargo Greenwald, en privado, echa la culpa a la tripulación de lo que ha sucedido y la acusa de haber cometido mobbing contra el capitán, lo que llevó a su conducta posterior y a la crisis de mando que experimentó. También deja claro que solo defendió a la tripulación porque no se había acusado al verdadero culpable, Keefer, que no participó en el motín. Greenwald le acusa de ser el hombre que organizó el motín, porque odiaba a la Marina y quería escribir luego una novela al respecto y venderla con el propósito de ganar mucho dinero y prestigio. Para ello él, sabiendo de la conducta equivocada de la tripulación, plantó la sugerencia de que Queeg estaba enfermo para que se amotinasen cuando llegase el momento en el que ocurriese la crisis del capitán, y quedarse al margen para salirse así con la suya. Por ello Greenwald le tira luego un vaso de bebida a la cara por lo que hizo y se va. Los demás oficiales, avergonzados por lo que hicieron, se van también y dejan solo a Keefe