diumenge, 23 de setembre del 2018

EL SÍNDROME DE MEDEA EN LA CATALUÑA PROCESISTA


Advertencia primera: Esta entrada o artículo tendría que leerse como una continuación de éste otro http://elblocdejotao.blogspot.com/2018/06/per-una-comissio-de-la-veritat-2.html
La contabilidad del dolor que allí se mencionaba como necesaria desinfección de las heridas empieza por uno mismo. Este verano, como hace unos años, he frecuentado una biblioteca de una población de la costa. El municipio está adherido a l’AMI (“Associació de Municipis per la independència”). En esa Biblioteca, por primera vez no había ningún libro en castellano de entre las novedades, ni siquiera en las traducciones de obras extranjeras. Este dato es absolutamente novedoso.
Advertencia segunda. Creo que estoy entre los afectados por el desuso del catalán en los primeros contactos ante los nuevos conocidos, no así en las amistades consolidadas y sin las que no sabría vivir. He pasado del cultivo intensivo al barbecho. En mis intervenciones públicas recientes hablo mayoritariamente en castellano (No me gusta decir español). La militancia activa por el uso del catalán en la vida cotidiana la estoy revirtiendo. No lo había dicho hasta  ahora para no dar carnaza a la podredumbre de Ciudadanos y del PP, a los “buitres carroñeros” –en expresión de Pedro Barrena-, del conflicto permanente, simétricamente a las otras hienas y, además, victimistas del “procés”. (http://clubcortum.org/el-catala-victima-del-proces/).
Advertencia tercera: La fractura y la toxicidad del procesismo independentista también ha llegado a la esfera teatral, con la dimisión de Lluís Pasqual en la dirección del Teatre Lliure. Sean sus emolumentos desorbitados o no (no creo que sean más abusivos que los del presidente Adjunto Torra o de la mitad de los cargos nombrados a dedo). Pretendidamente o no, los medios procesistas se han hecho eco de la queja de jóvenes actrices por su supuesto autoritarismo en el ejercicio de su función. Es curioso porque la que tenía fama de déspota era Ana Tarrés, la entrenadora sumamente laureada de natación sincronizada y ahora componente de la corte puigdemontiana. Dos actrices de raza, Rosa María Sardá y Nuria Espert se han solidarizado con el director dimitido. Ahora habrá un concurso “internacional” para nombrar el nuevo director del Teatre Lliure…
Para mi es inevitable asociar Nuria Espert a “Medea”. Debutó con 18 años con la obra de Eurípides. Y tengo para mí que ha sido quien ha hecho más versiones de este personaje tan inquietante y controvertido. Este mismo año, en mayo,  Lluís Pasqual i Emma Vilarasau concedían una entrevista a TV3 con motivo del estreno de una adaptación de Medea. La Vilarasau, completamente mimetizada con su personaje, manifestaba que Medea “se había quedado sin pasado y sin futuro; le habían arrebatado la tierra de donde procedía y le han negado cualquier otra tierra. La actitud de Medea se explica, pues, por la desesperación”. Es tanto su dolor que reacciona con una violencia absoluta. ¿Cómo explicar que para vengarse de su hombre, Jasón, sea capaz de matar no sólo a la más joven y futura esposa de éste y competidora de Medea, sino también a los hijos de ambos? (http://www.ccma.cat/tv3/alacarta/els-matins/pasqual-i-vilarasau-triomfen-al-lliure-amb-medea/video/5763506/)

Para muchos de nosotros, Carlos García Gual, ha sido una referencia obligada en lo tocante a la difusión de la literatura y de la cultura clásicas en general. Creo recordar que en alguno de sus libros (no quisiera distorsionar sus palabras) se refiere a que la venganza no hay que verla únicamente como el motor de la tragedia, como un acto de psicopatología, sino como un recurso pedagógico de aquellas sociedades para restablecer el equilibrio perdido, para restablecer, de algún modo la “ananké” (la necesidad, el destino). Cuando se comete hybris, soberbia, arrogancia, hay que hacerlo saber, aunque sea en carne viva. No debe volver a repetirse. La venganza significaría ese seguro de conservación de la “memoria colectiva”, una especie de hipotálamo social: los instintos más arcaicos.
En el caso de Medea, la maga, la hechicera, la que facilita el éxito de Jasón  en conseguir el vellocino de oro, se ve traicionada. Está claro que “Medea”, como las grandes obras maestras, está abierta a muchas interpretaciones.
El hecho de que a Lluís Pasqual se le tuviera en el punto de mira por, quizás, no ser demasiado condescendiente con el “procés”, puede ser uno de los efectos letales i perversos de lo que está pasando en Cataluña. Pero ese episodio es una gota de agua en el océano del gran dislate. La gran tragedia para Cataluña es que ha dejado huérfanos a gran parte de las clases populares: la Medea metropolitana de esta desventura.
Fuimos en su día charnegos. A algunos nos tildaron de “moros”. Nos “integramos” gracias a las luchas de Comisiones Obreras. Empezamos a escribir en catalán, a adherirnos a l’Assemblea de Catalunya y sus cuatro puntos, y a usar el catalán en las asambleas de las uniones territoriales de todos los ramos de la producción y servicios, aunque fuera la lengua minoritaria en muchos compañeros y compañeras: queríamos ser los primeros en esa patria que también debía ser la nuestra. Debíamos compensar el “genocidio cultural” que el franquismo había perpetrado. Debíamos, los que  éramos “letrados”, dar ejemplo. Algunos de nosotros ahora incluso tenemos más dificultades en hablar nuestra lengua materna que el catalán, porque la práctica laboral nos lo exige (en mi caso, la docencia). También nos hemos entregado a nuestro “hombre”, como Medea. Antes y después de los episodios de septiembre y de octubre, hemos sido tildados de malos catalanes, de traidores, de “botiflers”. En el instituto hemos podido comprobar en primera línea como se manipulaba, mediante las instrucciones de la Conselleria d’Ensenyament, como desde las instituciones públicas se promovía el lockout del 3 de octubre, sobre todo a través de las correas de transmisión de sindicatos minoritarios gremiales, básicamente del sector funcionarial, que han olvidado del todo su sentido de clase. O precisamente por eso, porque se consideran de “otra clase social”.
Nos hemos sentido en el instituto como “alcohólicos anónimos” frente a la demostración “heroica” de lazos amarillos, y, sí, hemos empezado a hablar castellano cada vez más. En los rincones, para que no se nos tilde de no respetar la “lengua vehicular” del centro. De pronto nos empezamos a sentir apátridas en esta tierra que construimos: sobre todo los que formamos parte del movimiento sindical confederal.
En un momento dado bendecimos y elogiamos el pacto Triginer-Raventós para no dividir la clase trabajadora que se sentía de izquierdas y socialistas. Nosotros, los del PSUC, ya teníamos a Gregorio, de origen aragonés, que hablaba en castellano, teníamos a Luis Romero, el de “mis manos, mi capital”. Tarradellas, el día del balcón, de su bienvenida, tenía a su lado a Gregorio López Raimundo, y no por casualidad. Sabía que la clase trabajadora merecía respeto, su sindicato, Comisiones Obreras, y su principal partido, el PSUC, también. No teníamos necesidad de doctorados ni de másteres para certificar nuestra trayectoria de lucha por la clase obrera catalana y española.
La clase obrera fue como la Medea, la hechicera, la maga, que ayuda a Jasón a conquistar las cotas de autogobierno (el vellocino de oro). La clase obrera sabía que el lerrouxismo era un peligro que se debía sortear a toda costa. Había aprendido la lección. Las muertes de Layret, de Salvador Seguí, de Joan Peiró, fertilizaron esa visión. Gran parte de la clase obrera catalana, Medea, ha visto traicionada la confianza, su fidelidad,  y ahora clama venganza. ¿Para restablecer el equilibrio o para desperdiciar su futuro? Ésa es la cuestión.
Eso significó en gran medida la tragedia de septiembre y octubre de 2017….
Las periferias de las grandes ciudades, las clases populares, han decidido votar mayoritariamente a un partido político que es la negación de su pasado y de su futuro (paralelismo con la situación de Medea), a Ciudadanos, el partido fanáticamente neoliberal y trumpista, que adolece de la impotencia amatoria de los ricos para con la gente más vulnerable. 
Ésa es la tragedia de Cataluña, el síndrome de Medea. Medea era mujer. Eurípides, el autor, al final la salva. Es la única figura de entre las tragedias griegas, que es amnistiada. Debió ser por algún motivo. Otra pregunta de nuevo ¿Se autoamnistiaran las clases populares a sí mismas?
¿Significará que aquí también Ciudadanos y los trumpistas seguirán ganando? ¿Que los supuestos antisistema y ahora convertidos en la guardia pretoriana del procesismo (las juventudes de la nueva Convergencia, según López Tena) de hegemonía burguesa, continuaran marcando el horizonte posible? La gran tragedia es que los bustos parlantes que nos incitan día tras día a la división tienen los mismos ventrílocuos, y quizás los mismos banqueros, o ¿quién sabe?, la misma extrema derecha europea con distintas caretas neoliberales y xenófobas.


1 comentari :