Advertencia primera: Esta entrada o artículo tendría que
leerse como una continuación de éste otro http://elblocdejotao.blogspot.com/2018/06/per-una-comissio-de-la-veritat-2.html
La contabilidad del dolor que
allí se mencionaba como necesaria desinfección de las heridas empieza por uno
mismo. Este verano, como hace unos años, he frecuentado una biblioteca de
una población de la costa. El municipio está adherido a l’AMI (“Associació de
Municipis per la independència”). En esa Biblioteca, por primera vez no había
ningún libro en castellano de entre las novedades, ni siquiera en las
traducciones de obras extranjeras. Este dato es absolutamente novedoso.
Advertencia segunda. Creo que estoy entre los afectados por el
desuso del catalán en los primeros contactos ante los nuevos conocidos, no así
en las amistades consolidadas y sin las que no sabría vivir. He pasado del
cultivo intensivo al barbecho. En mis intervenciones públicas recientes hablo mayoritariamente
en castellano (No me gusta decir español). La militancia activa por el uso del
catalán en la vida cotidiana la estoy revirtiendo. No lo había dicho hasta ahora para no dar carnaza a la podredumbre de
Ciudadanos y del PP, a los “buitres carroñeros” –en expresión de Pedro
Barrena-, del conflicto permanente, simétricamente a las otras hienas y,
además, victimistas del “procés”. (http://clubcortum.org/el-catala-victima-del-proces/).
Advertencia tercera: La fractura y la toxicidad del
procesismo independentista también ha llegado a la esfera teatral, con la
dimisión de Lluís Pasqual en la dirección del Teatre Lliure. Sean sus
emolumentos desorbitados o no (no creo que sean más abusivos que los del
presidente Adjunto Torra o de la mitad de los cargos nombrados a dedo).
Pretendidamente o no, los medios
procesistas se han hecho eco de la queja de jóvenes actrices por su supuesto autoritarismo
en el ejercicio de su función. Es curioso porque la que tenía fama de déspota
era Ana Tarrés, la entrenadora sumamente laureada de natación sincronizada y
ahora componente de la corte puigdemontiana. Dos actrices de raza, Rosa María
Sardá y Nuria Espert se han solidarizado con el director dimitido. Ahora habrá
un concurso “internacional” para nombrar el nuevo director del Teatre Lliure…
Para mi es inevitable asociar
Nuria Espert a “Medea”. Debutó con 18 años con la obra de Eurípides. Y tengo
para mí que ha sido quien ha hecho más versiones de este personaje tan
inquietante y controvertido. Este mismo año, en mayo, Lluís Pasqual i Emma Vilarasau concedían una
entrevista a TV3 con motivo del estreno de una adaptación de Medea. La
Vilarasau, completamente mimetizada con su personaje, manifestaba que Medea “se había quedado sin pasado y sin futuro; le
habían arrebatado la tierra de donde procedía y le han negado cualquier otra
tierra. La actitud de Medea se explica, pues, por la desesperación”. Es
tanto su dolor que reacciona con una violencia absoluta. ¿Cómo explicar que
para vengarse de su hombre, Jasón, sea capaz de matar no sólo a la más joven y futura
esposa de éste y competidora de Medea, sino también a los hijos de ambos? (http://www.ccma.cat/tv3/alacarta/els-matins/pasqual-i-vilarasau-triomfen-al-lliure-amb-medea/video/5763506/)
Para muchos de nosotros, Carlos
García Gual, ha sido una referencia obligada en lo tocante a la difusión de la
literatura y de la cultura clásicas en general. Creo recordar que en alguno de
sus libros (no quisiera distorsionar sus palabras) se refiere a que la venganza
no hay que verla únicamente como el motor de la tragedia, como un acto de
psicopatología, sino como un recurso pedagógico de aquellas sociedades para
restablecer el equilibrio perdido, para restablecer, de algún modo la “ananké”
(la necesidad, el destino). Cuando se comete hybris, soberbia,
arrogancia, hay que hacerlo saber, aunque sea en carne viva. No debe volver a
repetirse. La venganza significaría ese seguro de conservación de la “memoria
colectiva”, una especie de hipotálamo social: los instintos más arcaicos.
En el caso de Medea, la maga, la
hechicera, la que facilita el éxito de Jasón
en conseguir el vellocino de oro, se ve traicionada. Está claro que
“Medea”, como las grandes obras maestras, está abierta a muchas
interpretaciones.
El hecho de que a Lluís Pasqual
se le tuviera en el punto de mira por, quizás, no ser demasiado condescendiente
con el “procés”, puede ser uno de los efectos letales i perversos de lo que
está pasando en Cataluña. Pero ese episodio es una gota de agua en el océano
del gran dislate. La gran tragedia para Cataluña es que ha dejado huérfanos a
gran parte de las clases populares: la Medea metropolitana de esta desventura.
Fuimos en su día charnegos. A
algunos nos tildaron de “moros”. Nos “integramos” gracias a las luchas de
Comisiones Obreras. Empezamos a escribir en catalán, a adherirnos a l’Assemblea
de Catalunya y sus cuatro puntos, y a usar el catalán en las asambleas de las
uniones territoriales de todos los ramos de la producción y servicios, aunque
fuera la lengua minoritaria en muchos compañeros y compañeras: queríamos ser
los primeros en esa patria que también debía ser la nuestra. Debíamos compensar
el “genocidio cultural” que el franquismo había perpetrado. Debíamos, los
que éramos “letrados”, dar ejemplo. Algunos
de nosotros ahora incluso tenemos más dificultades en hablar nuestra lengua
materna que el catalán, porque la práctica laboral nos lo exige (en mi caso, la docencia).
También nos hemos entregado a nuestro “hombre”, como Medea. Antes y después de
los episodios de septiembre y de octubre, hemos sido tildados de malos
catalanes, de traidores, de “botiflers”. En el instituto hemos podido comprobar
en primera línea como se manipulaba, mediante las instrucciones de la
Conselleria d’Ensenyament, como desde las instituciones públicas se promovía
el lockout
del 3 de octubre, sobre todo a través de las correas de transmisión de
sindicatos minoritarios gremiales, básicamente del sector funcionarial, que han
olvidado del todo su sentido de clase. O precisamente por eso, porque se
consideran de “otra clase social”.
Nos hemos sentido en el instituto
como “alcohólicos anónimos” frente a la demostración “heroica” de lazos
amarillos, y, sí, hemos empezado a hablar castellano cada vez más. En los
rincones, para que no se nos tilde de no respetar la “lengua vehicular” del
centro. De pronto nos empezamos a sentir apátridas en esta tierra que
construimos: sobre todo los que formamos parte del movimiento sindical
confederal.
En un momento dado bendecimos y
elogiamos el pacto Triginer-Raventós para no dividir la clase trabajadora que
se sentía de izquierdas y socialistas. Nosotros, los del PSUC, ya teníamos a
Gregorio, de origen aragonés, que hablaba en castellano, teníamos a Luis
Romero, el de “mis manos, mi capital”.
Tarradellas, el día del balcón, de su bienvenida, tenía a su lado a Gregorio
López Raimundo, y no por casualidad. Sabía que la clase trabajadora merecía
respeto, su sindicato, Comisiones Obreras, y su principal partido, el PSUC,
también. No teníamos necesidad de doctorados ni de másteres para certificar
nuestra trayectoria de lucha por la clase obrera catalana y española.
La clase obrera fue como la
Medea, la hechicera, la maga, que ayuda a Jasón a conquistar las cotas de
autogobierno (el vellocino de oro). La clase obrera sabía que el lerrouxismo
era un peligro que se debía sortear a toda costa. Había aprendido la lección. Las
muertes de Layret, de Salvador Seguí, de Joan Peiró, fertilizaron esa visión. Gran parte de la
clase obrera catalana, Medea, ha visto traicionada la confianza, su fidelidad, y ahora clama venganza. ¿Para restablecer el
equilibrio o para desperdiciar su futuro? Ésa es la cuestión.
Eso significó en gran medida la
tragedia de septiembre y octubre de 2017….
Las periferias de las grandes
ciudades, las clases populares, han decidido votar mayoritariamente a un
partido político que es la negación de su pasado y de su futuro (paralelismo
con la situación de Medea), a Ciudadanos,
el partido fanáticamente neoliberal y trumpista, que adolece de la impotencia
amatoria de los ricos para con la gente más vulnerable.
Ésa es la tragedia de Cataluña,
el síndrome de Medea. Medea era mujer. Eurípides, el autor, al final la salva.
Es la única figura de entre las tragedias griegas, que es amnistiada. Debió ser
por algún motivo. Otra pregunta de nuevo ¿Se autoamnistiaran las clases
populares a sí mismas?
¿Significará que aquí también Ciudadanos y los trumpistas seguirán ganando? ¿Que los supuestos antisistema y
ahora convertidos en la guardia pretoriana del procesismo (las juventudes de la
nueva Convergencia, según López Tena) de hegemonía burguesa, continuaran
marcando el horizonte posible? La gran tragedia es que los bustos parlantes que
nos incitan día tras día a la división tienen los mismos ventrílocuos, y quizás
los mismos banqueros, o ¿quién sabe?, la misma extrema derecha europea con
distintas caretas neoliberales y xenófobas.
Gracias maestro
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