He visto varias veces el film y siempre me
quedo con un sabor agridulce. El guión está basado en la novela homónima de
Herman Wouk, ganadora del Premio Pulitzer en 1952. La película se estrenó en 1954. Ambientada en la Segunda
Guerra Mundial, relata el desencadenamiento de un motín en un buque de la
Armada de los Estados Unidos, el USS Caine, y el consecuente consejo de guerra
al que se somete a dos oficiales del mismo.
Esto es lo que me sugiere lo que está
sucediendo en Cataluña. Una vez olvidada en el baúl de los recuerdos la VIA
LETONA, con la cadena humana desde la frontera francesa hasta el linde del País
Valencià, ahora ya ni sirve la vía canadiense, ni tan solo la vía escocesa....
Ahora toca la vía eslovena, ya no pacífica ni sonriente, sino dolorosa.
Según parece, hace unas semanas la monja
Teresa Forcades alineada antes de su disolución en Procés Constituent,
participó en un debate o reflexión sobre el dolor que comporta todo proceso de
ruptura. Como aquel concejal de la CUP que manifestó que no se puede hacer una
tortilla sin romper los huevos, y que, a la postre, le valió una comparecencia
ante el Juzgado para aclarar si eso suponía violencia o no. Después vinieron el
6 y 7 de septiembre y la aplicación del 155...
Como bien decía el periodista Ignacio Vidal
Folch, el procesismo tiene una base amplia de clase media que necesita una
épica “soft”, si ello es posible, puesto que es un oxímoron. Para contrarrestar
la idea generalizada que los catalanes son blandengues y no se atreverán a ir
mucho más lejos, como así ha sido..... Todo era teatro... Pues bien, la monja
independentista hace una reflexión aparentemente razonable y lógica: sin
sacrificios no hay frutos, que después el presidente por delegación ha
traducido por la vía del desmembramiento yugoslavo....
El ex consejero Comín, que es capaz de
deslumbrar de frivolidad y trepismo hasta al más conspicuo oportunista, y
haciendo gala de la desmemoria de su progenitor, el carismático y clarividente
Alfonso Carlos Comín, se unió a la orquesta de la mentecatez....
Todo ello ha provocado que en el movimiento
procesista ya se esté pensando en cómo sustituir a un presidente que ha perdido
el oremus, o eso parece... Porque puede ser un presidente activista, como ahora
se dice, pero no estar como un cencerro....
Pero ¿quién le pone el cascabel al gato?
Esa es la cuestión. Quien inicie el primer movimiento para removerlo sufrirá el
castigo más severo... Ésa es la lección que se desprende del film protagonizado
por Humphrey Bogart...
El miembro más leal de la tripulación,
quien se resiste más por mor al cumplimiento del deber, de la obediencia a la
superioridad, es quien planta cara a un capitán que sufre crisis cada vez más
evidentes de desconexión en el teatro de operaciones bélicas. En cambio, quien
más solivianta al cuadro de oficiales es quien al final se esconde y también se
libra de las sanciones.
¿Quién lanzó la piedra y escondió la mano
contra la convocatoria de elecciones que Puigdemont estuvo a punto de hacer?
¿Quién ahora lanza la piedra y esconde la mano contra Junqueras? El
exvicepresidente quiso hacer como las multinacionales del comercio como aquélla
que tuvo como eslogan "YO NO SOY TONTO": Practicar el dúmping con
ofertas agresivas para arrasar con la competencia y después subir precios y
quedarse con los beneficios. Esa era la estrategia de Junqueras: radicalidad
independentista, para después ser el interlocutor moderado, derechizándose, y
sustituir la vieja élite.... Hombre de Iglesia que ha mimetizado muy bien las argucias
de las multinacionales vaticanas.
De hecho, en general, las formaciones que
se reclaman de la “nueva política” han usado ese mismo ardid.
Cuando el estropicio ha sido tan mayúsculo,
ya no hay que contemplar sólo el paisaje desolador de la competencia por el clientelismo
catalanista identitario....
Tiene que irrumpir también la voz del
sindicalismo confederal. Con mucho acierto
Lluis Rabell describió a estas organizaciones como las últimas
ambulancias para socorrer a una sociedad herida. El conflicto es político,
tanto interno dentro de Cataluña, como de organización territorial en un Estado
donde cada comunidad compite con las otras para la distribución del pastel de
los recursos.
CC.OO, como los sindicatos confederales, ha
vivido el conflicto identitario de forma muy transversal. En nuestro sindicato
hay, sin lugar a dudas, el sector independentista. Sólo hay que recordar como
en la empresa donde CC.OO es mayoritaria, Caixabank, en su sede central, el día
3 de octubre de 2017, se gritaba “Els carrers serán sempre nostres”. En el
sector funcionarial, como muy bien dice Coscubiela, existe una concepción del
sindicalismo muy extendida, como fortaleza, ante el tiempo meteorológico
adverso en cuanto a los derechos laborales. Los sindicatos corporativos han
sido y son muy complacientes ante el independentismo, con sus dosis correspondientes
de radicalidad estética.
Se haprogramadouna huelga para el 12-D (CCOO-UGT-USO). Aunque los medios oficiales quieran poner luz de
gas ante esa convocatoria, ésta no debería estar destinada -tan sólo como así se proclama- a recuperar
las pagas extras de los funcionarios, que todas las comunidades autónomas del
resto de España han devuelto, sino a interpelar políticamente a la ciudadanía.
Mal que nos pese hay que meterse en harina
política: primero a soldar un bloque para poyar el pacto Pablo Iglesias-Pedro
Sánchez, que incluye el aumento del salario mínimo y que beneficiará a aquellos
sectores de más precariedad como son la hostelería y los servicios, sino
también a poner fin a la farsa. El sindicalismo sociopolítico de CC.OO debe dar
la cara directamente. Hay que señalar directamente a los exconvergentes y a ERC
y a los acólitos de la CUP como los responsables de lo que está pasando. Que se
dejen de pamplinas.
En caso contrario, ¿a quién hay que buscar
como interlocutor de la contraparte si este gobierno no existe porque su
voluntad es la de no ser gobierno?
Vivimos una situación insólita. Estamos frente a un no-gobierno. Marc Augé (1935), un antropólogo francés, adquirió
notoriedad por describir nuestras sociedades de una forma muy particular. En su
obra destaca una valiente aproximación al concepto de la
"sobremodernidad" construido a partir de una reflexión sobre la identidad
del individuo en función de su relación con los lugares cotidianos y la
presencia de la tecnología.
Marc Augé acuñó el concepto
"no-lugar" para referirse a los lugares de transitoriedad que no
tienen suficiente importancia para ser considerados como "lugares".
Son lugares antropológicos los históricos o los vitales, así como aquellos
otros espacios en los que nos relacionamos. Un no-lugar es una autopista, una
habitación de hotel, un aeropuerto o un supermercado.
En Cataluña estamos frente a un no-gobierno.
La transitoriedad es su eje, aunque no renuncien a cobrar altos sueldos, con su
pesebre incorporado. Hemos llegado aquí por la acción de unas fuerzas de
carácter identitario y “patriótico”. Siguiendo a Marc Augé, ello daría
resultado precisamente a lo opuesto, a una sociedad donde se pierde la
identidad colectiva a causa de esta actitud de no querer gobernar. En Cataluña
se está produciendo un nuevo invento, más allá del caos aparente: el
no-gobierno. Es la “sobremodernidad” después de la aplicación del 155.
Frente a ello, el sindicalismo debe
reaccionar. La del día 12-D no debería ser una huelga “laboral” al uso. Hay que
designar el oponente, que se escuda en una especie de laberinto de la
a-responsabilidad, más propia de “El
castillo” de Kafka…. Los intereses corporativos de los funcionarios no
pueden ser ahora los protagonistas…
Esa es la cuestión.... Quién protagonice el
motín contra el presidente farsante y ERC.JxC, CUP pagará un peaje, un precio
muy alto, pero la cuestión a dirimir es si no será más alto el precio de la
decadencia y de la erosión de la gobernanza del país.... Y quienes más
perderán serán los sectores sociales más vulnerables. Y ése ha de ser el ADN
del sindicalismo confederal.
Ètica de la responsabilidad y la ética de
la convicción aquí convergen. Pero me temo que todos los supuestos agentes o
sujetos, como ahora se dice, esperan que algo se pudra antes de poner remedio.
Pero la gangrena nos alcanzará a unos y a otros…
Durante la Segunda Guerra Mundial, el USS
Caine, dragaminas de la marina militar estadounidense, recibe a su nuevo
comandante: el capitán Queeg (Humphrey Bogart). La tripulación, acostumbrada a
las órdenes del anterior comandante, trabaja de forma relajada. El nuevo
capitán está decidido a imponer por ello una rígida disciplina en su barco, lo
que causa descontento que se hace patente cuando más tarde el capitán comete
fallos y él, dándose cuenta de ello, les pide una vez ayuda al respecto.
Además, los miembros de la tripulación, sobre todo el teniente y novelista Keefer
no tardarán en sospechar de la salud mental del nuevo capitán, que se muestra
neurótico e indeciso durante la contienda y temen por la seguridad del barco y
por sus vidas cuando finalmente su capitán padece una crisis de mando durante
un tifón.Por ello estalla un motín bajo el mando
del suplente Maryk para salvar el barco con el argumento de que el capitán está
enfermo. De regreso a los Estados Unidos la tripulación es enjuiciada por ello
y se trata de averiguar quién fue el culpable de lo ocurrido. Keefer, que no
participó en el motín, no defiende a los amotinados como debería en el estrado
y escribe un libro respecto al amotinamiento. Aun así la defensa, liderada por
Greenwald, que solo defiende de forma reacia el caso, consigue demostrar que el
capitán estaba enfermo presionándolo respecto a sus actuaciones en el estrado y
consigue así la absolución, mientras que Keefer ha podido vender el libro.
Sin embargo Greenwald, en privado, echa la
culpa a la tripulación de lo que ha sucedido y la acusa de haber cometido
mobbing contra el capitán, lo que llevó a su conducta posterior y a la crisis
de mando que experimentó. También deja claro que solo defendió a la tripulación
porque no se había acusado al verdadero culpable, Keefer, que no participó en
el motín. Greenwald le acusa de ser el hombre que organizó el motín, porque
odiaba a la Marina y quería escribir luego una novela al respecto y venderla
con el propósito de ganar mucho dinero y prestigio. Para ello él, sabiendo de
la conducta equivocada de la tripulación, plantó la sugerencia de que Queeg
estaba enfermo para que se amotinasen cuando llegase el momento en el que
ocurriese la crisis del capitán, y quedarse al margen para salirse así con la
suya. Por ello Greenwald le tira luego un vaso de bebida a la cara por lo que
hizo y se va. Los demás oficiales, avergonzados por lo que hicieron, se van
también y dejan solo a Keefe
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