El próximo año 2019, ya a tocar, es el 80º aniversario de la derrota de la República Española, la de la bandera tricolor, esta sí, existente. Fue la derrota fundamentalmente de los trabalajadores y trabajadoras de toda España. Aunque la ignorancia es muy atrevida, como también la estupidez (según el historiador Carlo Cipolla), hoy es difícil encontrar argumentos de peso y personas con una mínima credibilidad, para no reconocer que el movimiento obrero, especialmente las Comisiones Obreras, tuvieron un papel protagonista para el retorno a la vida democrática después de tantos años de dictadura franquista.
Coincide con esta efemérides (espero no caer en la melancolía), con el 50º aniversario del estado de excepción de 1969, que en Mataró se cobró 13 víctimas.
Por todo ello, en estas Navidades me hecho un regalo que llevaba mucho tiempo demorando: la lectura de las memorias del entrañable camarada Miguel Núñez, "La revolución y el deseo", en la edición de bolsillo de 2008, puesto que la primera se publicó en 2002. Incluso Manuel Vázquez Montalbán "demoró" su muerte en el aeropuerto de Bangkok para asistir al homenaje (practico aquí esa misma fina ironía que Miguel Núñez emplea en sus relatos).
En una sociedad democrática sana, Miguel Núñez ya tendría su biopic, incluida una serie de varias temporadas. No perdemos la esperanza que una TV3 regenerada y no tan podrida, o bien el mecenas-magnate Roures, pongan manos a la obra en esa producción que ayudaría a los que se niegan a condenar el franquismo a que se replanteen su punto de vista, como el partido de Ciudadanos, el Partido Popular-VOX, puesto que ya con sólo su neoliberalismo salvaje tienen más que suficiente para machacar a las clases trabajadoras asalariadas o autónomos obligados. Albert Solé estaría encantado de recibir el encargo, supongo. Esperemos que los Ayuntamientos del Cambio Barcelona-Madrid revaliden sus resultados, se establezca ese puente aéreo de fraternidad y también ayuden a conocer y a impedir que algo tan brutal como el franquismo incube sus larvas.
Tal como decía Nicolás Sartorius, uno de los más notorios teóricos del movimiento obrero español, el franquismo no fue una dictadura "tan sólo"; fue algo más, fue un régimen de terror puesto que duró mucho más que cualquier otro régimen dictatorial, ejerció la represión durante muchísimo más tiempo y la hondura de su brutalidad fue inmensamente más grande que cualquier otra parecida. Lo que resulta chocante es que haya gente que aún se niegue a reconocer esa realidad.
Miguel Núñez nació en el barrio de Lavapiés, en Madrid, y su militancia comunista durante y después de la guerra le empujó a bascular entre Madrid, Barcelona y Francia, para librarse de las detenciones, que fueron varias y que le obligarían a "fijar su residencia a pensión completa" en varias cárceles durante diecisiete años, después de ser condenado a muerte y ver conmutada su pena por treinta años de reclusión.
Miguel Núñez fue, junto con Gregorio López Raimundo, uno de los dirigentes más destacados del PSUC en Barcelona durante los años del franquismo, notoriedad por la que pagó un alto precio.
Un 12 de noviembre de hace diez años Miguel Núñez falleció; tenía 88 años, y no tuvo que esperar al final de sus días para que la gente le reconociera su cariño. Once años después de ser diputado por el PCE-PSUC por Barcelona, en 1993 recibió el premio Ciudad de Barcelona de Cooperación en 1998. En 1998 le fue concedida la Medalla de Honor de la Ciudad de Barcelona, a titulo individual, "por el trabajo solidario y eficaz en la lucha por la libertad, la igualdad y la solidaridad de las personas"; En 2004, el Gobierno de Cataluña le concede la Creu de Sant Jordi, "en reconocimiento de su muy destacada lucha contra el franquismo, que le comportó detenciones, encarcelamientos y torturas y que han hecho de él uno de los referentes de este combate desde su condición de dirigente del PSUC en Barcelona".
Se hizo querer. ¿Cuál fue su secreto? Leyendo sus memorias uno se apercibe que huye de la épica, que habla con una humanidad sobria y humilde. Sin embargo no es difícil detectar su coraje, su valentía, su espíritu siempre constructivo. Y sobre todo su humanidad. Discutió con sus carceleros, discutió con sus torturadores, como los infames hermanos Creix. Desafió a capellanes (curas) de las cárceles. Con algunos se granjeó el respeto y fue un sentimiento mútuo; con otros capellanes, como el de la cárcel de Ocaña (el cura verdugo de Ocaña), que remataba a los fusilados con entusiasmo disparándoles el tiro de gracia, supo manifestarle su repulsa y su desprecio más hondo. Y, por encima de todo, fue un luchador. Como dijo Vázquez Montalbán, en la presentación del libro: "En Miguel se da una virtud no teologal sino laica, la de la esperanza, siempre luchando, siempre en la brecha, incluidos los períodos de excepción, cambiando de nombre y de domicilio para no volver a la cárcel, siendo un referente constante de conducta vital".
También se pronunció Josep Fontana, desaparecido más recientemente, en ese mismo acto: "A mi me parece que este libro de Miguel Núñez es, además de un testimonio de la resistencia antifranquista, un homenaje a todas esas víctimas de la cárcel, la tortura y el fusilamiento, y que aparecen como los personajes más cálidamente tratados en sus páginas. Un homenaje a muchos hombres y mujeres que lo dieron todo por nuestra libertad y por nuestro bienestar. A la vez que un estímulo para seguir esforzándonos para construir este mundo más igualitario y más justo que ellos querían, y que está aun tan lejos, pero no imposible"·.
Los pasajes más interesantes, y estremecedores al mismo tiempo, son los dedicados a las torturas. Y, como muy bien dice Nicolás Sartorius, "en el libro de Núñez no hay literatura". "Cuando Núñez habla de las torturas no hace retórica (...) En media página dice algo sobre lo que se podría escribir un manual: la relación entre el torturado y el torturador, el por qué hay gente que resiste la tortura y gente que no la resiste".
Miguel Núñez detectó pronto que a un torturado que confiesa y da nombres a la policía política se le rompe dos veces, y la primera vez, con la tortura, quizás no es la más grave, sino la segunda, el menosprecio de sus camaradas. Por eso también ahí quiso trabajar para recuperar a los combatientes por la libertad. Y de eso también hizo un motivo de discusión política, para intentar paliar el trauma que eso causaba en los que no pudieron resistir el dolor.
Continúa Sartorius: "Me he sentido muy identificado con Núñez al percibir que una de las cosas más desagradables y más tremendas que uno puede hacer es haber hablado ante la policía, ante los torturadores y haber dado nombres de personas que por esa delación pueden ir a la cárcel, pueden perder la vida, del mismo modo que pueden destrozar organizaciones que ha costado mucho esfuerzo y tiempo poner en pie contra la dictadura. Pero también, de alguna manera, sientes comprensión con el torturado que ha sucumbido a la violencia. Eso es lo que Núñez explica muy bien".
Miguel Núñez encarna como pocos el espíritu abierto. Fue pionero en agradecer y animar la "desmilitarización" del partido, de su apertura a los jóvenes, y también fue el nudo gordiano de lo que se llamó la "unión de las fuerzas del trabajo y de la cultura". Y llevaba la cuenta y el nombre de los represaliados sindicalistas, desde los militantes comunistas de la SEAT, principal empresa catalana, a los de Can Gassol, como Francisco Javier Sánchez del Campo.
La vida y el talante de Miguel Núñez fueron más allá, después de su paso por el Congreso de los Diputados. Fue pionero en nuestro país en la cooperación internacional, pues fue miembro fundador y Presidente de la Asociación Las Segovias para Cooperación con Centroamérica, con la participación activa de compañeros y compañeras del Maresme, y hago especial mención del imprescindible Josep Canal, de Mataró.
Miguel Núñez encarna como pocos el espíritu abierto. Fue pionero en agradecer y animar la "desmilitarización" del partido, de su apertura a los jóvenes, y también fue el nudo gordiano de lo que se llamó la "unión de las fuerzas del trabajo y de la cultura". Y llevaba la cuenta y el nombre de los represaliados sindicalistas, desde los militantes comunistas de la SEAT, principal empresa catalana, a los de Can Gassol, como Francisco Javier Sánchez del Campo.
La vida y el talante de Miguel Núñez fueron más allá, después de su paso por el Congreso de los Diputados. Fue pionero en nuestro país en la cooperación internacional, pues fue miembro fundador y Presidente de la Asociación Las Segovias para Cooperación con Centroamérica, con la participación activa de compañeros y compañeras del Maresme, y hago especial mención del imprescindible Josep Canal, de Mataró.
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