dijous, 27 de desembre del 2018

MIGUEL NÚÑEZ, SALTOR: EL "MADRILEÑO" MÁS QUERIDO (y II)

Los comunistas españoles en general, y los catalanes en particular, han dado muestras más que sobradas de la lucha por la libertad y la democracia. Muchos de ellos se hicieron tales porque
consideraron que era la mejor manera de defender la legalidad republicana y para salvaguardar las conquistas de la II República, pues permitieron a sus gentes conectar con la Europa de su tiempo, un siglo y medio después de que Fernando VII nos desconectara de los avances ideológicos y sociales del resto del continente. Siguiendo a Nieves Concostrina, Fernando VII fue un proto-Aznar.
Hay muchos ejemplos de actitudes heroicas, ya fuere durante la guerra contra los rebeldes militares y falangistas, la postguerra sanguinaria, ya fuere durante el largo período de terror y represión.  Miguel Núñez fue un ejemplo de sacrificio personal, y sobre todo de resiliencia ante los desengaños.
Tomasa Cuevas
Uno capital fue cuando los ejércitos aliados permitieron que el régimen de Franco "se escapara" por la rendija anticomunista de la guerra fría. Los guerrilleros del maquis, y sus esperanzas de restablecer la República, tuvieron que procesar toda esa frustración y desconcierto. Fueron perdedores una y otra vez, como Sísifo y su roca a cuestas. Después llegó el gran mazazo, con los acuerdos que el presidente de EEUU, Eisenhower firmó para que España se situara en el "lado correcto" del mundo, y los acuerdos con la jerarquía vaticana para consagrar la alianza estratégica del catolicismo con el fascismo español.
Pero hubo más, y eso Miguel Núñez lo relata en primera persona, bien en las cárceles, con sus torturas y padecimientos, bien en el trabajo clandestino o de fugitivo de la policía. Sin embargo, como en las obras claroscuras de Rembrandt, el resiliente Núñez se acoge a la ténue luz de la esperanza, de la organización, no exenta de reflexión ante tal fatalidad. Y así el PCE y los Nüñez de turno entendieron que la reconciliación nacional entre españoles era la única manera de romper el candado que había impuesto el mundo bipolar.... siempre atentos a los mensajes de la Virgen de la Izquierda, Nuestra Señora Correlación de Fuerzas.
Más allá de las descripciones carcelarias, un pasaje de Nüñez que denota ya su precocidad e inteligencia, me ha llamado poderosamente la atención. Y lo expongo aquí porque nos da cuenta de las diferencias entre la militancia de aquella época y el llamado "activismo" de la "nueva política"
El pasaje en cuestión es el siguiente:  En la prisión central de Yeserías, de Madrid, durante el período de 1940-41, describe los corrillos de discusión que se entablaban en el patio y en las galerías: 
Encuentros sobre el maquis
"Hablábamos todo el día y parte de la noche de lo que iba a pasar en el futuro inmediato y en el más lejano, en particular de cómo sería la II Guerra Mundial que se iniciaba, qué desenlace tendría... Al producirse el Pacto germano-soviético, se suscitó entre los presos de las distintas tendencias un durísimo debate sobre su significado, Socialistas y anarquistas considderaban el pacto como una traición. Los comunistas defendíamos el pacto diciendo que era la única forma de hacer imposible el acuerdo que se estaba gestando entre los alemanes y las democracias occidentales, con el que éstas buscaban que Hitler se lanzara contra la URSS y no contra ellos. Las peleas, recuerdo, en algún caso llegaron a las manos.
Yo discutía en uno de esos corros, agriamente, con un conocido dirigente socialista madrileño, argumentando que la URSS era nuestra única esperanza de liberación y que el Pacto germano-soviético podía cambiar las alianzas más tarde y poner del mismo lado a la Unión soviética y las democracias contra el nazismo. Fundamentaba mi explicación en la innegable tesis de que en nuestra guerra contra Franco las potencias occidentales nos habían abandonado y la URSS nos había ayudado. Recuerdo también una anécdota simpática de aquel debate. Como yo, por lo visto, tenía bastante desenvoltura, y además estaría convencidísimo de lo que decía, el dirigente socialista, un hombre ya mayor, se enfadó mucho y me dijo: "¡Pero vamos a ver!, mocoso. ¿Qué sabes tú de política y qué edad tienes?" Yo, con mis diecinueve años recién cumplidos, ni corto ni perezoso, le espeté: "Yo tengo toda la edad de la clase obrera". Mi oponente, sorprendidísimo, recuerdo que dijo: "¡Coño, este crío tiene toda la edad de la clase obrera!"
La anécdota de ese joven Miguel Núñez muestra esa identificación con una tradición, un patrimonio acumulado; en fin, lo que antes llamábamos intelectual colectivo.

Este fragmento me parece central para calibrar el signo de aquellos tiempos, y muy útil si queremos elucubrar, comparando  esos "aires" con lo que ahora sucede con la nueva hornada de dirigentes políticos, a veces muy capaces y buena aceptación mediática, que reniegan, olvidan y a menudo creen prescindible las experiencias de organizaciones veteranas -sindicales y políticas- , ya sea desde el punto de vista estratégico o ideológico.  Esa cultura del 15-M, que tiene demasiadas veces un timbre de resentimiento más que de proyecto social alternativo. Y no creo que sea tan solo por la fractura generacional que ha desenmascarado la crisis después del crac de 2008, sino que tiene más con las repercusiones o efectos colaterales de la sustitución progresiva del taylorismo.

La misma actitud que tuvo el veterano socialista respecto al bisoño Miguel Núñez, es la que hemos tenido muchos cuando irrumpió el 15-M y su relato de rechazo al régimen del 78. Y la pregunta és ¿por qué? Lo que a muchos nos parece infantilismo, cesarismo de los líderes-star, sin mediación organizativa democrática, a algunos representantes de estos nuevos movimientos les parece democracia directa; lo que a nosotros nos parece volátil e inconsistente, a ellos les parece natural, incluido su exhibicionismo desinhibido. La indiferencia cuando no menosprecio del sindicalismo confederal, a nosotros, los jóvenes de la transición, nos parece sacrílego. Estos "jóvenes" que pretendían "asaltar los cielos" inluso quisieron fundar un sindicato, "Somos", han querido parecerse a los brokers de la economia  financiera, a las fuerzas del mercado, a la especulación ideológica constante, al regate corto... hasta que se dieron de bruces ante la realidad, más compleja de lo que esperaban. Algunos lo han intentado describir como un cierto complejo de Edipo, "para matar al padre", como condición necesaria de un nuevo resurgir de las izquierdas. Ciertamente, todo ello es un síntoma de la preocupación por el incierto futuro de unos hijos a quienes se les ha ofrecido -aparentemente-  unas oportunidades que jamás pudieron disfrutar sus padres, nuestra generación.
Hago mías las reflexiones en torno a la obra del sindicalista y dirigente italiano, Bruno Trentín: La globalización es el factor determinante de la crisis y de la decadencia, quizás irreversible, del sindicalismo en general y en particular del sindicalismo de tipo más político como el que se desarrolló en determinados países europeos: Italia, Francia, Bélgica, Portugal o España. En el mundo postindustrial, los sindicatos históricos de clase están pasando una dura prueba en parte por su originario papel de defensa del interés general por encima de cualquiera de los corporativismos, incluido los de la clase obrera, y sin duda también por sus propios errores organizativos y políticos.
No creo que se trate, sin más, de una lucha generacional, como Cronos y Saturno del mito griego. Tengo para mí que se trata de las consecuencias del paso de un sistema productivo, fordista, a otro, el de just in time, que también tiene sus traducciones en la acción política y organizativa de los movimientos de resistencia, también en España. Ya, en tiempos del CERES, el think tank  de la CONC, Miquel Falguera y José Luis López Bulla  lo apuntaban en sus cuadernos, "A contracorriente". Nos advertían de la brecha en las empresas entre los veteranos, dueños de la agenda sindical y de los más jóvenes. También el eminente sociólogo, Richard Sennett, en "La corrosión del carácter" , "La cultura del nuevo capitalismo", entre otras obras, ha profundizado en ese nuevo marco civilizatorio y del mundo del trabajo, que se ha traducido en rupturas generacionales de amplio espectro. Y también en las organizaciones políticas y sindicales, su forma de comunicar, y su desdén por las organizaciones estables clásicas.
Pero no ha sido tan sólo eso; cabe añadir el desborde de los marcos protectores de la ciudadanía: los gobiernos locales y estatales pierden competencias frente a los mercados. Joan Coscubiela, cómo no, con su habitual clarividencia, lo ha expresado de forma sucinta: "Los partidos políticos tienen muchos defectos y sufren la crisis de los instrumentos de mediación social. Pero superan en democracia a los artilugios políticos, basados en grups de afinidad y liderazgos construidos en las redes (internet), que se relacionan con la ciudadania como los mercados como consumidores".

No soy capaz de coincidir con la experta Gemma Galdón, de origen mataronés, en que el nuevo "taylorismo digital", el oligopolio AMAZON, pueda comportar una respuesta similar a la que supuso el origen de los antaño sindicatos de masas y que consiguieron conquistas relevantes. Quizás, y esa es la enseñanza de Miguel Núñez y de su actitud vital, el atomismo individualista genere sus propios anticuerpos. Pero nada se conseguirá sin unidad, organización, reflexión y movilización. Iñaki Gabilondo, con su precisión característica, lo expresa muy bien: "Dos mentiras dominan nuestra época: "fácil" y "gratis".
https://elpais.com/tecnologia/2018/12/21/actualidad/1545407088_015525.html







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