dilluns, 18 de setembre del 2023

DEL MÉTODO YAKARTA A LA GUERRA PERMANENTE (II)

BLANQUEAMIENTOS DE GUERRAS "PREVENTIVAS"

Empecemos por, quizás, lo más "anecdótico". En Corea del Sur, otro país aliado de los EEUU, han hecho desaparecer el monumento a las esclavas sexuales coreanas sometidas por Japón durante la II Guerra Mundial. Se estima en unas 200.000 "mujeres de consuelo" o de "confort" que muchos militares japoneses tildaban de "retretes públicos". Nadie fue juzgado por ello, aunque 70 años después se acordó una indemnización para 12 de las víctimas supervivientes.

Lloramos con Pinochet y festejamos como adolescentes la victoria del pueblo vietnamita contra el imperio más poderoso del mundo. Fue una gesta, es verdad, que costó 3 millones de vidas. Otro genocidio en la cuenta norteamericana. Sin embargo, con el tiempo descubrimos que el imperio de EEUU cobró las piezas que más codiciaba antes de Vietnam: Indonesia y Brasil. El genocidio de Indonesia, con el apoyo de Australia, y de los medios occidentales, ha sido convenientemente "amortiguado". Lo acontecido en Brasil en 1964 y en Indonesia en 1965 quizá representó las victorias más importantes de la Guerra Fría para el bando que en última instancia se alzó vencedor: Estados Unidos y el sistema económico internacional vigente en nuestros días. Los políticos de Washington y los periodistas de Nueva York entendieron sin duda lo significativo de estos acontecimientos en su momento. Sabían que Indonesia, hoy el cuarto país más poblado del planeta, era una presa mucho más importante de lo que podría serlo nunca Vietnam. Las altas esferas de la política exterior estadounidense consiguieron en apenas unos meses lo que el país no lograría en diez sangrientos años de guerra en Indochina. Por su parte, la dictadura de Brasil, en la actualidad el quinto país más poblado del planeta, desempeñó un papel crucial para arrastrar al resto de América del Sur al grupo de naciones proestadounidenses y anticomunistas. Tanto en Brasil como en Indonesia, la implicación de la Unión Soviética fue mínima.

Con el liderazgo de Aidit, el Partido Comunista de Indonesia (PKI) se transformó en un movimiento legal con una base masiva e ideológicamente flexible que rechazaba la lucha armada, ignoraba con frecuencia las órdenes de Moscú, se mantenía próximo a Sukarno, el presidente de la independencia, y se adhería a la democracia electoral. En términos internacionales, el PKI estaba comprometido con el antiimperialismo, mientras que, en la escena nacional, los miembros del partido hacían crecer el movimiento con victorias en elecciones democráticas. Mientras el comunismo del "segundo mundo" se fracturaba, el "tercer mundo" se unía aún más gracias a una cierta incompetencia del primer mundo.

La operación de 1958 en Indonesia fue una de las más amplias en la historia de la CIA y se diseñó a imitación del golpe de Estado de Guatemala. El Partido Comunista Indonesio, el PKI, la bestia negra de Washington en el Sudeste Asiático, era el grupo político que más deseaba que siguiera habiendo elecciones. El PKI no tenía interés en acabar con las elecciones en Indonesia por una sencilla razón: cada vez obtenía mejores resultados. En Singapur, los servicios de inteligencia británicos concluyeron en 1958 que, si se celebraba una votación, el Partido Comunista sería el más votado. Fueron los británicos los que usaron la misma retórica que Winston Churchill utilizó para animar a los militares golpistas españoles en 1936. El historiador Ángel Viñas, en sus sucesivos trabajos ya ha desmontado la patraña falangista y de Calvo Sotelo. En Indonesia, la consigna fue difundir la «Intentona Comunista», para atacar a la izquierda y a sus críticos en general. La narrativa de la violenta subversión comunista sirvió a las necesidades de los grupos de derechas del Ejército y del Gobierno. 

Técnicamente, el PKI seguía comprometido ideológicamente con la línea antiestalinista de la Unión Soviética. Lo más relevante era que el PKI no consideraba que tuviera que aceptar órdenes de nadie. Ahora era el tercer partido comunista más grande del mundo, el mayor fuera de China y de la Unión Soviética, y su estrategia de implicación directa y no violenta con las masas había conseguido resultados impresionantes. El PKI contaba ya con tres millones de afiliados con carné. Las organizaciones ligadas al partido sumaban al menos veinte millones de miembros. Estas cifras suponían cerca de una cuarta parte de los cien millones de habitantes de Indonesia, niños incluidos. Casi un tercio de los votantes registrados del país estaban ligados al PKI. Trabajaban abiertamente, en todos los rincones del país. Sin embargo, a escala nacional, dependían casi por completo de Sukarno para influir en las medidas políticas. No tenían otra opción. Para alcanzar el poder no disponían de armas ni de urnas; habían actuado de forma pacífica desde la expulsión de los holandeses y estaban privados de elecciones por la democracia dirigida (y por el Ejército apoyado por Estados Unidos, que tanto se había alarmado con las continuas victorias electorales de los comunistas).

Conforme avanzaba 1965, los rumores de que los generales conservadores estaban conspirando con la CIA o con alguna potencia extranjera empezaron a correr como la pólvora en Yakarta. Como sucedía en el caso de Kennedy, la Administración de Johnson consideraba a Indonesia de mayor importancia que Vietnam. La inteligencia holandesa que trabajaba para la OTAN, señaló que las agencias de inteligencia occidentales estaban organizando un “golpe comunista prematuro”. Los militares divulgaron que el PKI era el cerebro de un golpe de Estado comunista fallido. Washington facilitó a los militares rápidamente y en secreto equipamiento móvil esencial para las comunicaciones, según muestra un telegrama del 14 de octubre ya desclasificado. La prensa occidental ejerció también su papel. La Voz de América, la BBC y Radio Australia emitieron crónicas que enfatizaban los puntos principales de la propaganda del Ejército indonesio, dentro de una campaña de guerra psicológica para demonizar al PKI. Todo lo que contó el Ejército indonesio sobre esta historia es falso.

Se estima que en total murieron asesinadas entre quinientas mil y un millón de personas. Un millón de personas más fueron trasladadas a campos de concentración. a lo largo de más de cincuenta años, el Gobierno indonesio se ha opuesto a cualquier intento de ponerse manos a la obra y registrar lo sucedido, y en el resto del mundo tampoco nadie se ha molestado demasiado en preguntar al respecto. 

En 1965, un sector del ejército indonesio se movilizó contra Sukarno y se hizo con el control de las instituciones del país. Comenzó entonces lo que generalmente se considera una de las purgas políticas más espantosas de los tiempos modernos. El ejército indonesio y sus aliados -principalmente fanáticos anticomunistas, incluidos grupos religiosos- mataron al menos a un millón de personas en este pogromo. Lo que está fuera de toda duda -aunque Estados Unidos se niegue a hacer públicos todos sus documentos sobre este periodo- es que Estados Unidos y los australianos facilitaron a las fuerzas armadas indonesias listas de comunistas que debían ser asesinados, que incitaron al Ejército a llevar a cabo estas masacres y que encubrieron esta atrocidad absoluta. Los cables que se han hecho públicos de Estados Unidos muestran que la embajada estadounidense en Yakarta sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo. El oficial de la CIA Edward Masters envió un telegrama en 1966 en el que decía: "Muchas provincias parecen estar resolviendo con éxito este problema de ejecutar a sus prisioneros o matarlos antes de que sean capturados". Se refería a los prisioneros comunistas. Estados Unidos había proporcionado al ejército indonesio una lista de al menos 5.000 líderes comunistas. Los australianos también tenían su lista. A principios de octubre de 1965, el embajador australiano Keith Shann escribió para decir que la masacre de los comunistas era "ahora o nunca" y que esperaba "fervientemente" que el ejército "actuara con firmeza" contra los comunistas. No tenía por qué preocuparse. En 1966, el Primer Ministro de Australia, Harold Holt, dijo a un auditorio de Nueva York: "Con 500.000 a un millón de simpatizantes comunistas eliminados, creo que es seguro asumir que se ha producido una reorientación".

Millones de personas más fueron víctimas indirectas de las masacres, pero nadie fue a preguntarles cuántos seres queridos habían perdido. Su silencio era el objetivo de la violencia. Las Fuerzas Armadas no supervisaron el exterminio de todos y cada uno de los comunistas, supuestos comunistas y potenciales simpatizantes con el comunismo del país. Eso habría sido prácticamente imposible, pues en torno a un cuarto de la población estaba ligada de algún modo al PKI. Una vez que prendió la violencia, se hizo increíblemente difícil encontrar a alguien que admitiera algún tipo de vínculo con el partido comunista. Desde la década de 1950, la estrategia de Estados Unidos había sido intentar encontrar un modo de destruir al Partido Comunista Indonesio, no porque se estuviera haciendo con el poder de forma antidemocrática, sino por su popularidad. Indonesia se convirtió en un «socio silencioso y obediente» de Estados Unidos. La aniquilación del tercer partido comunista más grande del mundo, la caída del fundador del movimiento del tercer mundo y la instauración de una dictadura militar de un anticomunismo fanático sacudió con violencia Indonesia, iniciando un tsunami que alcanzó casi todos los rincones del planeta. A largo plazo, la forma de la economía internacional cambió para siempre. La magnitud de la victoria anticomunista y la despiadada eficacia del método empleado inspiraron programas de exterminio que tomaron el nombre de la capital indonesia.

Henry Kissinger y Pinochet

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