BLANQUEAMIENTOS DE GUERRAS "PREVENTIVAS"
Empecemos por, quizás, lo más "anecdótico". En Corea del Sur, otro país aliado de los EEUU, han hecho desaparecer el monumento a las esclavas sexuales coreanas sometidas por Japón durante la II Guerra Mundial. Se estima en unas 200.000 "mujeres de consuelo" o de "confort" que muchos militares japoneses tildaban de "retretes públicos". Nadie fue juzgado por ello, aunque 70 años después se acordó una indemnización para 12 de las víctimas supervivientes.
La operación de 1958 en Indonesia fue una de las más amplias en la historia de la CIA y se diseñó a imitación del golpe de Estado de Guatemala. El Partido Comunista Indonesio, el PKI, la bestia negra de Washington en el Sudeste Asiático, era el grupo político que más deseaba que siguiera habiendo elecciones. El PKI no tenía interés en acabar con las elecciones en Indonesia por una sencilla razón: cada vez obtenía mejores resultados. En Singapur, los servicios de inteligencia británicos concluyeron en 1958 que, si se celebraba una votación, el Partido Comunista sería el más votado. Fueron los británicos los que usaron la misma retórica que Winston Churchill utilizó para animar a los militares golpistas españoles en 1936. El historiador Ángel Viñas, en sus sucesivos trabajos ya ha desmontado la patraña falangista y de Calvo Sotelo. En Indonesia, la consigna fue difundir la «Intentona Comunista», para atacar a la izquierda y a sus críticos en general. La narrativa de la violenta subversión comunista sirvió a las necesidades de los grupos de derechas del Ejército y del Gobierno.
Técnicamente, el PKI seguía comprometido ideológicamente con la línea antiestalinista de la Unión Soviética. Lo más relevante era que el PKI no consideraba que tuviera que aceptar órdenes de nadie. Ahora era el tercer partido comunista más grande del mundo, el mayor fuera de China y de la Unión Soviética, y su estrategia de implicación directa y no violenta con las masas había conseguido resultados impresionantes. El PKI contaba ya con tres millones de afiliados con carné. Las organizaciones ligadas al partido sumaban al menos veinte millones de miembros. Estas cifras suponían cerca de una cuarta parte de los cien millones de habitantes de Indonesia, niños incluidos. Casi un tercio de los votantes registrados del país estaban ligados al PKI. Trabajaban abiertamente, en todos los rincones del país. Sin embargo, a escala nacional, dependían casi por completo de Sukarno para influir en las medidas políticas. No tenían otra opción. Para alcanzar el poder no disponían de armas ni de urnas; habían actuado de forma pacífica desde la expulsión de los holandeses y estaban privados de elecciones por la democracia dirigida (y por el Ejército apoyado por Estados Unidos, que tanto se había alarmado con las continuas victorias electorales de los comunistas).
Conforme avanzaba 1965, los rumores de que los generales conservadores estaban conspirando con la CIA o con alguna potencia extranjera empezaron a correr como la pólvora en Yakarta. Como sucedía en el caso de Kennedy, la Administración de Johnson consideraba a Indonesia de mayor importancia que Vietnam. La inteligencia holandesa que trabajaba para la OTAN, señaló que las agencias de inteligencia occidentales estaban organizando un “golpe comunista prematuro”. Los militares divulgaron que el PKI era el cerebro de un golpe de Estado comunista fallido. Washington facilitó a los militares rápidamente y en secreto equipamiento móvil esencial para las comunicaciones, según muestra un telegrama del 14 de octubre ya desclasificado. La prensa occidental ejerció también su papel. La Voz de América, la BBC y Radio Australia emitieron crónicas que enfatizaban los puntos principales de la propaganda del Ejército indonesio, dentro de una campaña de guerra psicológica para demonizar al PKI. Todo lo que contó el Ejército indonesio sobre esta historia es falso.
Se estima que en total murieron asesinadas entre quinientas mil y un millón de personas. Un millón de personas más fueron trasladadas a campos de concentración. a lo largo de más de cincuenta años, el Gobierno indonesio se ha opuesto a cualquier intento de ponerse manos a la obra y registrar lo sucedido, y en el resto del mundo tampoco nadie se ha molestado demasiado en preguntar al respecto.
En 1965, un sector del ejército indonesio se movilizó contra Sukarno y se hizo con el control de las instituciones del país. Comenzó entonces lo que generalmente se considera una de las purgas políticas más espantosas de los tiempos modernos. El ejército indonesio y sus aliados -principalmente fanáticos anticomunistas, incluidos grupos religiosos- mataron al menos a un millón de personas en este pogromo. Lo que está fuera de toda duda -aunque Estados Unidos se niegue a hacer públicos todos sus documentos sobre este periodo- es que Estados Unidos y los australianos facilitaron a las fuerzas armadas indonesias listas de comunistas que debían ser asesinados, que incitaron al Ejército a llevar a cabo estas masacres y que encubrieron esta atrocidad absoluta. Los cables que se han hecho públicos de Estados Unidos muestran que la embajada estadounidense en Yakarta sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo. El oficial de la CIA Edward Masters envió un telegrama en 1966 en el que decía: "Muchas provincias parecen estar resolviendo con éxito este problema de ejecutar a sus prisioneros o matarlos antes de que sean capturados". Se refería a los prisioneros comunistas. Estados Unidos había proporcionado al ejército indonesio una lista de al menos 5.000 líderes comunistas. Los australianos también tenían su lista. A principios de octubre de 1965, el embajador australiano Keith Shann escribió para decir que la masacre de los comunistas era "ahora o nunca" y que esperaba "fervientemente" que el ejército "actuara con firmeza" contra los comunistas. No tenía por qué preocuparse. En 1966, el Primer Ministro de Australia, Harold Holt, dijo a un auditorio de Nueva York: "Con 500.000 a un millón de simpatizantes comunistas eliminados, creo que es seguro asumir que se ha producido una reorientación".Hilo:
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