Què pinta una de les figures més eminents de la literatura nordamericana del segle XX, en el marc d'una commemoració del naixement de Karl Marx? Per alguna raó concreta? Doncs, sí. En el seu primer llibre, hi apareix un personatge, el doctor Copeland, que dóna una lliçó de "marxisme". En un cert sentit reflecteix que en el segon terç del segle XX és quan es produeix una certa hegemonia del pensament "hereu" de Marx, vulgarització inclosa: un terç de la població del planeta viu en governs i règims que es reclament marxistes, fins i tot, de forma perversa.... Hi ha una tercera raó: la de retre un homenatge als militants comunistes que durant la dictadura i la transició es formaven solidàriament i cooperativa, i transformaven l'instint de classe en consciència de classe (en terminologia ara en desús). No és un homenatge decoratiu, ans al contrari. És ben pràctic i actual, perquè sovint alguns representants de la "nova política" menyspreen el bagatge de les generacions anteriors amb una frivolitat que fa fredar.
Tot just s'han complert el 50è anniversari de la mort d'una de les grans novel·listes nordamericanes, CARSON McCULLERS (Columbus, Geòrgia, 19 de febrer de 1917 - 29 de setembre de 1967) (Lula Carson Smith). Amb només 23 anys (1940) va publicar inicialment previst com "El mut", que després seria una de les seves grans obres "The Heart Is a Lonely Hunter" ("El cor és un caçador solitari"). Amb aquesta obra es va guanyar l'apel·latiu de "noia prodigi de la literatura nordamericana". McCullers explora el drama de la incomunicabilitat: la solitud del sordmud Singer, figura de rara intensitat simbòlica per ser representativa de la impossibilitat mateixa de comunicar. Va contar històries d'éssers desvalguts, l'aïllament de la vida en un poble.
No és exagerat definir "El cor és un caçador solitari", com impressionant. Va ser la seva primera novel·la -i probablement la més coneguda-. Carson McCullers aviat es va convertir en un referent de la narrativa surenya del segle XX.
"El cor és un caçador solitari" compta amb almenys cinc personatges notables, un argument ben estructurat, i un rerefons social a vegades molt explícit. En una ciutat d'un dels estats del sud dels Estats Units, a finals dels anys 30, mentre arriben notícies de Hitler i Mussolini de l'altra banda de l'Atlàntic.
Carson McCullers entortolliga els 4 personatges que giren en l'òrbita del principal personatge, simbòlic, el sordmud Singer, per mostrar un extraordinari i lúcid retrat social d'aquell Sud embrutit.
El doctor Copeland, el persoantge que aquí s'al·ludeix, és un metge negre de mitjana edat, un personatge atípic en un context de segregació racial en el que els de la seva ètnia tenen poques oportunitats.
L'autora, ja des de ben petita va prendre consciència de la discriminació i la precarietat que patien els negres del seu entorn. La seva malaltia, ja des de l'infantesa, la va marcar i va potenciar la seva identificació amb els marginats, els discapacitats, els forasters, els grans solitaris.
El doctor Copeland es troba en una posició tan privilegiada com incòmoda, enmig de dos móns: la població negra el venera per haver arribat lluny, però, alhora, la seva professió es veu limitada a aquest àmbit (un metge negre no podia atendre als pacients blancs) i viu escenes de racisme que alimenten el seu ressentiment. Pateix pels seus fills, per les desigualtats i pels abusos. La seva formació xoca amb una societat descoratjadora, i les seves lectures (Karl Marx, per exemple) no li serveixen per lluitar contra les injustícies. El doctor Copeland ha assolit el títol després de treballar i estudiar; és descendent d'esclaus. Tot ell és força de voluntat, i també de tossuderia (rigidesa?) en el seu sentit estricte del deure. A un dels seus fills l'ha batejat amb el nom de Karl Marx. No desaprofita cap ocasió de fer proselitisme amb els seus pacients i en les reunions socials a les que assisteix
DISCURS DE NADAL DEL DOCTOR COPELAND
"Éste es el decimonoveno año que nos reunimos en esta habitación para celebrar el día de Navidad. Cuando nuestro pueblo oyó hablar por primera vez del nacimiento de Jesucristo era una época oscura. Los nuestros eran vendidos como esclavos en esta ciudad en la plaza del palacio de justicia... (...)
"Hace ciento veinte años otro hombre nacía en el país conocido actualmente como Alemania.... Este hombre comprendía, lo mismo que Jesús, pero sus pensamientos no guardaban relación con el cielo o con el futuro después de la muerte. Su misión era para con los vivos. Para con las grandes masas de seres humanos que trabajan y sufren hasta morir. Para con aquellos que lavan y trabajan de cocineros, que recogen algodón, y los que trabajan en las ardientes cubas de teñido de las fábricas. Su misión era para con nosotros, y este hombre se llamaba Karl Marx. Karl Marx. Karl Marx era un hombre sabio. Estudiaba, trabajaba y comprendía el mundo que le rodeaba. Decía que el mundo está dividido en dos clases: los pobres y los ricos. Por cada hombre rico, hay un millar de pobres que trabajan para que este rico se haga más rico. No dividía el mundo en negros o blancos o chinos...; a Karl Marx le parecía que ser uno de los millones de pobres o uno de los pocos ricos era más importante para un hombre que el color de su piel. La misión de la vida de Karl Marx era hacer que todos los seres humanos fueran iguales, y dividir la gran riqueza del mundo de modo que no hubiera pobres ni ricos y cada persona tuviera su cupo. Éste es uno de los mandamientos que Karl Marx nos dejó: "De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades".
(...)
El doctor Copeland hizo una pausa más larga. Las caras que le rodeaban estaban esperando.
-¿Cuál es el valor de una propiedad, de una mercancía que compramos en una tienda? El valor depende solamente de una cosa: del trabajo que lleve fabricar o cultivar ese artículo. ¿Por qué una casa de ladrillo cuesta más que una col? Porque en la construcción de una casa de ladrillo interviene el trabajo de muchos hombres. Están los que fabrican los ladrillos y el mortero, y la gente que corta los árboles para hacer las planchas que se pondrán en el suelo.
Están los hombres que hicieron posible la construcción del edficio, y los que transprotaron los materiales al terreno donde se va a construir la casa. Luego están los hombres que construyeron las carretillas y camiones que transportaron los materiales a este lugar. Y finalmente los obreros que levantaron la casa. Una casa de ladrillo requierer la labor de mucha, mucha gente..., en tanto que cualquiera de nosotros puede cultivar una col en su patio trasero. Una casa de ladrillo cuesta más que una col porque exige más trabajo que ésta. De manera que cvuando un hombre compra esta casa de ladrillo está pagando por el trabajo que se empleó. ¿Pero quién se lleva el dinero..., el beneficio? No los hombres que hicieron el trabajo..., sino los jefes que los controlan. Y si estudiáis esto con más detenimiento, descubriréis que estos jefes tienen también sus jefes, y éstos a otros que los controlan a su vez..., de modo que quienes controlan todo este trabajo, el cual hace que el artículo valga dinero, son muy pocos. ¿Está claro hasta aquí?
-¿Comprendemos!
(...)
-¿Pero no costó dinero la arcilla para fabricar estos ladrillos? ¿Y no cuesta dinero arrendar la tierra para cultivar cosechas?
-Buena pregunta -repuso el doctor Copeland-. La tierra, la arcilla, la madera... estas cosas reciben el nombre de recursos naturales. El hombre no fabrica estos recursos naturales; el hombre sólo los desarrolla, sólo los usa para su trabajo. Por lo tanto, ¿debe una persona o un grupo de personas poseer estas cosas? ¿Cómo puede ser propietario un hombre de tierra y espacio y luz del sol y de lluvia para las cosechas? ¿Cómo puede un hombre decir "esto es mío" referente a estas cosas y negarse a que los demás las compartan? Por ello Marx dice que estos recursos naturales deberían pertenecer a todos, no divididos en pequeñas porciones sino utilizados por toda la gente según su capacidad de trabajar. Esto es así. Digamos que un hombre muere y deja su mula a sus cuatro hijos. Los hijos no querrán cortar la mula en cuatro trozos y llevarse cada uno su parte. Serán propietarios y harán trabajar a la mula juntos. Ésta es la forma como Karl Marx dice que deben poseerse los recursos naturales: no por parte de un grupo de ricos, sino por todos los obreros del mundo en conjunto. Los que estamos aquí en esta habitación no tenemos propiedades privadas. Quizá uno o dos de nosotros sea propietario de la casa en que vive, o haya podido ahorrar un par de dólares..., pero no poseemos nada que no contribuya directamente a mantenernos vivos. Todo lo que poseemos es nuestro cuerpo. Y vendemos nuestro cuerpo cada día. Lo vendemos cuando vamos por la mañana a trabajar y cuando trabajamos todo el día. Nos vemos obligados a venderlo a cualquier precio, en cualquier momento, para cualquier fin. Nos vemos obligados a vender nuestro cuerpo para poder comer y vivir. Y el precio que nos pagan es sólo el suficiente para permitirnos conservar la fuerza y así trabajar más tiempo en beneficio de los demás. Hoy no nos ponen en las plataformas y nos venden en la plaza del palacio de justicia. Pero nos vemos obligados a vender nuestra fuerza, nuestro tiempo, nuestra alma durante cada hora de nuestra vida.
Nos hemos liberado de una clase de esclavitud sólo para caer en otra. ¿Es esto libertad? ¿Somos ya hombres libres?
Una voz grave gritó desde el patio delantero:
-¡Es la pura verdad!
-¡Así son las cosas! Y no estamos solos en esta esclavitud. Hay otros millones de esclavos por todo el mundo, de todos los colores y razas y credos. Esto es algo que debemos recordar. Muchos de los nuestros odian a los pobres de la raza blanca, y ellos nos odian a nosotros. La gente de esta ciudad que vive junto al río y que trabaja en las hilanderías. Gente que tiene casi tantas necesidades como nosotros. Este odio es un gran error, y nada bueno puede venir de él. Debemos recordar las palabras de Karl Marx y ver la verdad según sus enseñanzas. La injusticia de la necesidad debe juntarnos y no separarnos. Debemos recordar que todos nosotros damos valor las cosas de esta tierra con nuestro trabajo. Éstas son las verdades más importantes de Karl Marx que debemos conservar en nuestro corazón para siempre y no olvidar. Pero, ¡amigos míos! Nosotros, los de esta habitación, nosotros, los negros, tenemos otra misión que es sólo para nosotros. En nuestro interior hay un propósito fuerte, firme, y si fracasamos en llevarlo a cabo, nos habremos perdido para siempre. Veamos, entonces, cuál es la naturaleza de esta especial misión.
El doctor Copeland se aflojó el cuello de la camisa, porque sentía una opresión en la garganta (...). Una mujer hizo callar a un quejumbroso bebé con un chupete. ... La mayor parte de los jóvenes estaban sentados en el suelo... Todos los ojos de la habitación se mantenían vigilantes, y en ellos podía observarse el hambre de verdad.
(...)
¡Escuchad! Uno de cada cinco de los nuestros trabaja en la construcción de carreteras, o cuida de las obras sanitarias de esta ciudad, o trabajo en un aserradero o una granja. De los cinco, hay otro que es incapaz de conseguir trabajo alguno. Pero, ¿y los otros tres de esos cinco..., es decir, la mayor parte de nuestro pueblo? Muchos cocinamos para aquellos que son incapaces de prepararse la comida que han de consumir. Muchos trabajan durante toda su vida cuidando jardines de flores para el placer de una o dos personas. Muchos se dedican a encerar y pulir resbaladizos suelos de bonitas mansiones. O conducen automóviles para personas ricas demasiado perezosas para conducir ellas. Nos pasamos la vida haciendo miles de trabajos que no son de verdadera utilidad para nadie. Trabajamos y la totalidad de nuestra labor se desperdicia. ¿Es eso servicio? No, es esclavitud.
"Trabajamos, pero nuestro trabajo se desaprovecha. No se nos permite servir. Vosotros, los estudiantes que esta mañana estáis aquí representáis a los pocos afortunados de nuestra raza. A la mayoría de nuestra gente no se le permite ir a la escuela. Por cada uno de vosotros hay docenas de personas jóvenes que apenas si saben escribir su nombre. Nos niegan la dignidad del estudio y la sabiduría.
"De cada uno según su capacidad; a cada uno según sus necesidades." Todos los que estamos aquí sabemos lo que es padecer verdaderas necesidades. He ahí una gran injusticia. Pero hay una injusticia todavía más amarga que ésa..., que se le niegue a uno el derecho a trabajar según su capacidad. Trabajar toda una vida inútilmente. Negarle la oportunidad de servir. Es mucho mejor que nos quiten los beneficios de nuestro bolsillo a que nos roben las riquezas de nuestra mente y nuestra alma.
Algunos de vosotros los jóvenes que estáis aquí esta mañana tal vez sintáis la necesidad de ser maestros o enfermeras o líderes de vuestra raza. Pero a la mayor parte de vosotros os será negado. Tendréis que venderos para un fin inútil al objeto de manteneros vivos. Seréis rechazados y derrotados. El joven químico recoge algodón. El joven escritor es incapaz de aprender a leer. A la maestra se le mantiene en una inútil esclavitud ante una mesa de planchar. No tenemos representantes en el gobierno. No tenemos voto. En este gran país, somos los más oprimidos de todos. No podemos levantar nuestra voz. Nuestra lengua se pudre en la boca por falta de uso. Nuestro corazón se vacía y pierde fuerza para conseguir nuestro fin.
¡Gente de la raza negra! Llevamos en nosotros todas las riquezas de la mente y el alma humanas. Ofrecemos el más precioso de todos los regalos. Y nuestro ofrecimiento es recibido con burla y desprecio. Nuestras ofrendas son pisoteadas en el barro e inutilizadas. Se nos condena a un trabajo más inútil que el de las bestias. ¡Negros! ¡Debemos levantarnos y unirnos nuevamente! ¡Debemos ser libres!
Un murmullo recorrió la habitación. creció la histeria. El doctor Copeland se quedó sin respiración y cerró los puños. Sentía como si se hubiera hinchado hasta adquirir el tamaño de un gigante. El amor que había en él convertía su pecho en una dinamo, y deseaba gritar de modo que su voz pudiera ser oída en toda la ciudad. Quería dejarse caer al suelo y gritar con voz descomunal. La habitación se llenó de gritos y lamentos.
-¡Sálvanos!
-¡Dios todopoderoso! ¡Aléjanos de esta soledad de la muerte!
-¡Aleluya! ¡Sálvanos, Señor!
El doctor Copeland se esforzó por recuperar el control. Finalmente, la disciplina se impuso. Acalló el grito que pugnaba por brotar de su pecho, y habló con voz firme, potente:
-Atención -gritó-. Nosotros mismos nos salvaremos. Pero no con plegarias de duelo. No mediante la indolencia o la bebida. No por los placeres del cuerpo o por la ignorancia. No por la sumisión y la humildad. Sino por medio del orgullo. De la dignidad. Convirtiéndonos en duros y fuertes. Debemos aportar fuerza a nuestras convicciones. -Se detuvo bruscamente, y se irguió-. Cada año, por esta época, ilustramos, con los pobres medios a nuestro alcance, el primer mandamiento de Karl Marx. Cada uno de los aquí reunidos ha traído por anticipado algún regalo. Muchos de vosotros os habéis privado de alguna comodidad a fin de aliviar las necesidades de otros. Cada uno de vosotros ha dado según su mejor capacidad, sin pensar en el valor del regalo que recibirá a cambio. Para nosotros, es natural compartir algo con los demás. Hace mucho tiempo que nos hemos dado cuenta que es mejor dar que recibir. Las palabras de Karl Marx siempre han estado presentes, aun sin conocerlas, en nuestro corazón: "De cada uno según su capacidad; a cada uno según sus necesidades" -El doctor Copeland se quedó en silencio largo rato, como si no tuviera más palabras que decir. Luego volvió a hablar-: Nuestra misión es caminar con firmeza y dignidad a través de los días de nuestra humillación. Nuestro orgullo debe ser fuerte, porque conocemos el valor de la mente y el alma humanas. Tenemos que enseñar a nuestros hijos. Debemos sacrificarnos para que ellos puedan ganar la dignidad del estudio y la sabiduría. Porque llegará el tiempo. Llegará el tiempo en que las riquezas que llevamos en nosotros no serán tomadas con burla y desprecio. Llegará el tiempo en que se nos permitirá servir. En que trabajaremos y nuestro trabajo no se desperdiciará. Y nuestra misión es esperar este momento con fuerza y fe.
Había terminado. Las manos aplaudían, y los pies golpeaban contra el piso de la habitación así como en el exterior contra el suelo endurecido por el crudo invierno.
Homenatge a tots els companys i companys d'ICV que, malgrat el pensament líquid, les impostures líquides i desmemoriades del treball fet, són capaços d'assegurar la continuïtat en la tasca constant que ara i en el futur proper pertoca.
Homenatge a tots aquells homes i dones que han divulgat i estès el "missatge", la bona nova de l'"alliberament", gent senzilla, als barris, a les fàbriques, als sindicats. Per proximitat, a professors/es i intel·lectuals que van col·laborar amb CC.OO en les xerrades de formació. Com ara, Manuel Sacristán, que, en companyia de José Luis López Bulla, venia a Mataró, al Baixet (Carrer del Torrent, antic carrer de Sant Rafael, local cedit per l'Associació Catòlica de Pares de Família de Mataró), per explicar-nos, entre altres coses, què era la plusvàlua i l'itinerari del capitalisme espanyol des de la Guerra Civil a Espanya.... El procés d'acumulació capitalista al nostre país...
Homenatge als responsables de Formació de la Unió Sindical de CC.OO de Mataró CCOO d'aquella època (Sión Perajoan, Tito Colomer)
Homenatge a tota aquella gent humil, analfabeta, que segles abans, aplegava estalvis per comprar col·lectivament el llibre de Rousseau i el seu "Discurs sobre l'origen de la desigualtat", allà pel segle XVIII. Perquè algú els hi llegís en veu alta.Homenatge a tots els companys i companys d'ICV que, malgrat el pensament líquid, les impostures líquides i desmemoriades del treball fet, són capaços d'assegurar la continuïtat en la tasca constant que ara i en el futur proper pertoca.
BICENTENARI DE KARL MARX (1-2-3)
http://elblocdejotao.blogspot.
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